La Vía Campesina ha recibido una solicitud para participar en un “consejo” de la sociedad civil ante el ejecutivo de la OMC. Tras considerarlo detenidamente, hemos decidido declinar esta invitación. Con esta carta abierta, nos gustaría explicar por qué creemos que es imposible reformar la OMC de una manera que sea favorable para lxs agricultorxs y, más en general, para los intereses de las personas.
Desde 1995, el objetivo de la OMC es facilitar y aumentar la participación del comercio internacional en la producción y el consumo mundial. En comparación con el GATT, uno de los principales cambios que ha traído consigo la creación de la OMC ha sido la integración de la agricultura en esta lógica de libre comercio generalizado.
Ya en 1993, La Vía Campesina, como movimiento campesino mundial, se creó contra esta lógica de globalización y mercantilización de la agricultura y la alimentación. Los principios de la ideología del libre mercado y los marcos jurídicos que han regido el comercio internacional en las tres últimas décadas tienen profundas raíces en la historia del colonialismo. La gran mayoría de las organizaciones campesinas del mundo tenían claro que dar prioridad al comercio internacional sobre la producción agrícola para las poblaciones locales no haría sino acentuar la marginación de las poblaciones campesinas, agravar el hambre en el mundo y aumentar el poder de las empresas multinacionales. El Acuerdo sobre la Agricultura, que entró en vigor en 1995, es tan injusto que desde entonces no se ha vuelto a alcanzar ningún acuerdo entre los Estados miembros de la OMC en materia de agricultura. Como dice el título del libro del difunto Jacques Berthelot, “la agricultura es el talón de Aquiles de la globalización” y, por tanto, el eterno talón de Aquiles de la OMC.
Este año, en 2023, conmemoramos el 20 aniversario de la trágica muerte de nuestro hermano, amigo y camarada Lee Kyung Hae, de Corea del Sur, que dio su vida en Cancún en 2003 para denunciar a la OMC. En su memoria, pedimos el fin de la OMC y un nuevo marco para un comercio internacional justo basado en la soberanía alimentaria.
Un Acuerdo sobre Agricultura injusto
El Acuerdo sobre la Agricultura (AA) es fundamentalmente injusto. Es el resultado directo del Acuerdo de Blair House de 1992 entre Estados Unidos y la Unión Europea, que establece una estrategia común de estos dos actores en detrimento de los demás Estados del mundo, y en particular contra los intereses de los países del Sur. Las subvenciones a la exportación se limitan en principio (aunque en realidad siguen existiendo a través de diversos mecanismos), pero se sustituyen por ayudas directas de Estados Unidos y la UE a lxs agricultorxs. Sin embargo, estas ayudas directas, cuya finalidad es precisamente mantener la competitividad de la producción estadounidense y europea en los mercados internacionales, se clasifican en la “caja verde” de las denominadas ayudas “no distorsionantes”. La mayoría de los países del Sur no tienen capacidad presupuestaria para distribuir tales niveles de ayuda pública a lxs agricultorxs: la caja verde está reservada a los países ricos que controlan la producción monetaria internacional. Por el contrario, las herramientas de regulación de los mercados y, en particular, las medidas de apoyo a los precios agrícolas (aranceles, mecanismos de gestión de la oferta, precios mínimos de intervención, existencias públicas, etc.), más accesibles a los países pobres, se clasifican en la caja ámbar y son, por tanto, objeto de fuertes recortes. El Acuerdo sobre la Agricultura es un acuerdo hecho a medida para Estados Unidos y la UE, en contra de los países del Sur. Los países africanos, asiáticos y latinoamericanos tienen muy buenas razones para denunciar este acuerdo injusto.
Desde el punto de vista de lxs campesinxs del Sur y del Norte, este acuerdo ha tenido consecuencias desastrosas, como predijimos en 1993. En todo el mundo, el peso de las empresas multinacionales ha aumentado y han conseguido incrementar sus márgenes en detrimento de lxs campesinxs, que sólo han recibido una mínima parte del valor de su producción. En el Sur, estas empresas también han acaparado cada vez más tierras, fuentes de agua y semillas, en detrimento de las comunidades campesinas y a menudo de forma violenta, basándose en los acuerdos de la OMC, pero también en los programas de ajuste estructural impuestos por el FMI y el Banco Mundial. En el Norte, lxs agricultorxs de las pequeñas y medianas explotaciones han recibido pocas o ninguna ayuda directa (el 80% de las explotaciones de la UE tienen menos de 10 hectáreas), pero han sufrido la caída y la volatilidad de los precios agrícolas tras el desmantelamiento de las herramientas de regulación del mercado (el fin de las cuotas lecheras, por ejemplo). Entraron en competencia con grandes explotaciones que recibían decenas de miles de dólares o euros en subvenciones públicas.
En términos más generales, el Acuerdo sobre la Agricultura ha sido un desastre para las personas y el medio ambiente.
Las cadenas alimentarias se han globalizado: cuando se producen grandes sacudidas en los mercados internacionales y los precios se disparan con la especulación financiera, los países endeudados que se han vuelto dependientes de las importaciones para alimentar a su población son extremadamente vulnerables, como vimos en el momento de la crisis de 2008, pero también actualmente. Así, lejos de las declaraciones de la cumbre alimentaria de 1996 que prometían acabar con el hambre a través del comercio internacional, está ocurriendo lo contrario. El hambre aumenta, alimentada por la pobreza y la desigualdad social. Las poblaciones rurales son expulsadas de sus territorios por el acaparamiento de tierras y la falta de ingresos agrícolas y emigran a las ciudades o a los países vecinos. Los países agrarios se empobrecen. Los grandes monocultivos industriales destinados a la exportación sustituyen a los diversos métodos agrícolas mixtos que solían producir alimentos para las poblaciones locales. Los pesticidas, los fertilizantes sintéticos y las semillas transgénicas proliferan y contaminan el agua, el suelo y el aire, afectando gravemente a la salud de las poblaciones rurales.
Este es el resultado de casi 30 años del Acuerdo sobre Agricultura: desiertos verdes, hambre y un campo moribundo.
La Vía Campesina lucha por la Soberanía Alimentaria
Por el contrario, desde 1996 afirmamos la necesidad de construir y defender la soberanía alimentaria, es decir, el derecho de los pueblos a decidir sobre sus políticas agrícolas y alimentarias, sin “dumping” sobre otros pueblos.
La soberanía alimentaria incluye el derecho de los pueblos, y por tanto de los Estados, a distribuir los derechos de uso de la tierra y del agua no según la llamada “ley del mercado”, sino según el interés general. Incluye el derecho de los Estados a poner en marcha políticas públicas que regulen el mercado para garantizar una producción agrícola acorde con las necesidades de la población y a precios estables. Considera la importancia de los métodos de producción, y en particular de la agroecología, para proteger la salud de los territorios y las poblaciones. Da prioridad a la producción y el consumo locales de alimentos, no a la exportación de productos agrícolas. Pone en el centro a las personas, especialmente a los pequeños productores de alimentos, y más concretamente a las mujeres y a los jovenes, en lugar de los intereses de las empresas multinacionales y los agentes financieros.
Durante años, hemos visto que la OMC sigue siendo un poderoso instrumento para la destrucción de la soberanía alimentaria de los países. La OMC es utilizada por los Estados ricos y agroexportadores para denunciar y criminalizar las políticas que pretenden apoyar la agricultura campesina, regular los mercados agrícolas y estabilizar los precios de los alimentos para la población. Por ejemplo, la denuncia constante a través de la OMC del almacenamiento público es una vergüenza. En marzo de 2022, tuvimos acceso a documentos de la OMC que contenían amenazas de utilizar el órgano de solución de diferencias contra Egipto, que expresó la necesidad imperiosa de aumentar sus existencias públicas para garantizar la alimentación de su población ante la repentina subida de los precios en los mercados internacionales. Del mismo modo, el grupo de países africanos, India, China, Sudáfrica, el G33 y el grupo ACP llevan muchos años expresando la necesidad de permitir el almacenamiento público para apoyar su producción local de alimentos y luchar contra el hambre, y no se les escucha.
La soberanía alimentaria no es compatible con el Acuerdo sobre la Agricultura, ni con los propios principios de la OMC. Por eso siempre hemos denunciado el Acuerdo sobre la Agricultura y hemos dicho “Abajo la OMC”.
No a una reforma de la OMC, sí a negociaciones multilaterales fuera de la OMC para crear un marco comercial internacional basado en la Soberanía Alimentaria.
Usted nos invita a participar en un consejo para “reformar la OMC”. Pero la soberanía alimentaria nunca podrá ser alcanzada por la OMC, cuya finalidad misma, la globalización del comercio internacional y la acentuación del “libre comercio”, es contraria a la soberanía alimentaria. Así que nos vemos obligados a rechazar esta invitación. Basándose en la información recabada de múltiples fuentes, La Vía Campesina ha llegado a la conclusión de que, incluso dentro de la OMC, existe resistencia a la creación unilateral de estos órganos por parte del Director General (DG), especialmente por parte de los países en desarrollo. Parece que esta iniciativa del DG está impulsada por grupos empresariales que tienen evidentes intereses creados en un consejo asesor empresarial. En consecuencia, parece que la creación de un consejo de OSC no es más que un gesto superficial. ¡Lo rechazamos enérgicamente !
La última vez que nos invitaron a los debates de la OMC (y nos negamos) fue en 2005, tras el fracaso de las negociaciones de Hong Kong, ante una crisis existencial de su organización que nunca se ha resuelto. Esta crisis está llegando ahora a su clímax. Intentan salvar su organización lanzando un nuevo proceso de reforma, pero sin poner nunca en tela de juicio la filosofía misma de la OMC y la razón de su fracaso. La agricultura sigue siendo su “talón de Aquiles”.
Nosotros, lxs agricultorxs del mundo, no queremos negociar con la OMC. Queremos que se derogue el Acuerdo sobre la Agricultura y que la OMC nos deje en paz. Queremos a la OMC fuera de la agricultura.
La OMC morirá. Su organización ha demostrado ser no sólo inútil, sino sobre todo perjudicial. Frente a los inmensos desafíos a los que se enfrenta la humanidad -hambre en el mundo, crisis climática, guerras, inflación, desigualdades sociales, colapso de la biodiversidad, pandemias, etc.- las respuestas que ustedes proponen agravan los problemas.
Cada vez son más los Estados que se dan cuenta de que no se encontrará ninguna solución con las instituciones que han sido los caballos de Troya del neoliberalismo occidental, la OMC, el FMI y el Banco Mundial, ya que son estas instituciones las que han conducido al desastre actual. Sin embargo, estos Estados aún no han encontrado los medios para crear instituciones alternativas que respondan a sus necesidades. “El viejo mundo está muriendo, el nuevo mundo tarda en aparecer…”
Comprendemos perfectamente la necesidad de que los Estados no queden excluidos de la posibilidad de participar en el comercio internacional. La situación de los estados que están sujetos a sanciones unilaterales injustas que los excluyen del comercio internacional muestra la importancia de un marco justo para el comercio agrícola en particular. La Vía Campesina no defiende la autarquía, sino la soberanía alimentaria.
Por ello, pedimos a los Estados que no pierdan el tiempo en negociaciones estériles en la OMC en torno a una hipotética “reforma” que nunca ha conducido a nada desde hace más de 20 años. Invitamos a los Estados, y en particular a los países del Sur, a sentarse a la mesa para negociar un nuevo marco para un comercio internacional justo e inclusivo basado en la soberanía alimentaria. Estas negociaciones podrían tener lugar en cualquier espacio que respete el multilateralismo auténtico donde todos los estados sean verdaderamente iguales y donde la voz de las organizaciones de la sociedad civil y en particular de lxs pequeñxs productorxs de alimentos sea escuchada y tenida en cuenta, por ejemplo en la FAO o la UNCTAD.
Nosotros, La Vía Campesina, nos comprometemos a trabajar por este nuevo marco internacional, al igual que hicimos con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinxs y Otrxs Trabajadorxs Rurales (UNDROP). Nos ponemos bajo la guía de nuestro hermano, amigo y camarada Lee Kyung Hae para llevar a cabo esta necesaria tarea.
¡Globalicemos la lucha, globalicemos la esperanza!
Frente a las crisis mundiales, ¡construimos Soberanía Alimentaria para asegurar un futuro a la humanidad!
La Vía Campesina
29 de mayo de 2023