El 17 de abril de cada año La Vía Campesina conmemora el Día Internacional de las Luchas Campesinas para recordar la masacre de Eldorado do Carajas de 1996 y movilizarse en apoyo a las luchas de campesinos/as, comunidades rurales, comunidades indígenas y trabajadores/as rurales en todo el mundo.
En este marco, para la edición 90 del Voz Campesina contamos con la participación de Anderson Amaro, del Movimiento de Pequeños Agricultores de Brasil, el MPA, que nos recuerda la historia de la masacre a manos de la Policía Militar del estado de Pará, cuando fueron asesinados 19 campesinos y campesinas del Movimiento Sin Tierra (MST) que se movilizaban para reivindicar la reforma agraria y exigir la expropiación de tierras para la producción campesina.
También nos acompaña Leonor Honda, del Coordinador Nacional Agrario (CNA), para contarnos sobre la campaña de solidaridad que organiza el movimiento campesino junto a otros sectores populares para reclamar el fin del genocidio en Gaza.
Además escuchamos a Chavannes Baptiste de La Vía Campesina Haití sobre el contexto de ese país y la posición de las organizaciones campesinas que buscan una Solución Haitiana a la crisis.
Y por último, Adilen Roque Jaime, de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños de Cuba, nos cuenta sobre las actividades organizadas en Cuba en el marco del 65 aniversario de la Reforma Agraria.
“Con convicción, abrimos camino al Feminismo Campesino y Popular, construimos Soberanía Alimentaria y luchamos contra las crisis y la violencia“
(Republica Dominicana, 14 de mayo de 2024) Del 24 al 31 de mayo de 2024, se realizará la VI Escuela Continental de Mujeres de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, CLOC-Vía Campesina, en el Centro De Formación y Capacitación Mama Tingo (Cefcamati), en la República Dominicana.
La CLOC-Vía Campesina es una articulación de 84 organizaciones campesinas, indígenas y afrodesciendientes en 18 países de América Latina y el Caribe, ha sido una voz vital en la defensa de los derechos campesinos y la construcción de la soberanía alimentaria en el continente. En esta escuela, participarán 90 mujeres delegadas de estas organizaciones, además de delegadas invitadas de organizaciones de La Vía Campesina de Canadá y Estados Unidos.
En el contexto político actual de América Latina, nos encontramos en un momento crucial donde los movimientos sociales, en particular el movimiento campesino, juegan un papel fundamental en la lucha por la justicia social, la equidad y la defensa de los derechos de las comunidades del campo, así como en la lucha por la paz y la democracia en la región. Sin embargo, reconocemos que aún queda mucho por hacer para garantizar la plena participación y representación de las mujeres campesinas en este movimiento.
Esta VI Escuela Continental busca fortalecer el proceso organizativo de la Articulación de Mujeres de la CLOC-Vía Campesina, el debate sobre la construcción del feminismo campesino y popular, y la lucha contra todas las formas de violencia y opresión.
Contactos para la prensa: Vanessa Rodríguez +1 809 426 9601
El 12 de marzo, el primer ministro de Haití, Ariel Henry, presentó su renuncia en medio de la creciente violencia en el país. Antes de su anuncio, la Comunidad y Mercado Común del Caribe (CARICOM) se reunió a puerta cerrada para elaborar un plan de transición, que incluye la creación de un consejo presidencial y el nombramiento de un primer ministro interino. En paralelo, Estados Unidos respaldó otra intervención extranjera, prometiendo $100 millones para el despliegue de una fuerza multinacional de las Naciones Unidas en Haití.
A medida que avanza la formación del consejo presidencial, surgen preocupaciones sobre la credibilidad de sus miembros y sus lealtades políticas, especialmente al Partido Tèt Kale de Haití (PHTK), que está involucrado en la crisis actual.
El pueblo haitiano se cuestiona cómo se puede confiar en aquellos implicados en el caos para resolverlo y cómo otra intervención extranjera que socava la soberanía haitiana no fracasaría miserablemente como las intervenciones anteriores.
La crisis actual es producto de la intervención extranjera y solo puede resolverse si cesa la ingerencia extranjera y se permite a lxs haitianxs recuperar el control de su país.
Soluciones fallidas
A lo largo de su historia, Haití ha soportado una serie de intervenciones extranjeras que han erosionado su soberanía y han llevado directamente a la crisis actual. Después de la revolución haitiana de 1791, que trajo la liberación del dominio francés, Francia logró obligar a las autoridades haitianas a pagar indemnizaciones a cambio de reconocer la independencia de Haití en 1825. Esta enorme deuda, junto con sus intereses, debía pagarse durante 120 años y socavó el desarrollo económico del país durante dos siglos.
En 1915, Estados Unidos invadió y ocupó el país hasta 1934, sentando las bases de una política estadounidense sostenida para interferir violentamente en los asuntos internos de Haití y socavar la democratización. En la década de 1990, 2000 y 2010, las intervenciones de las llamadas “misiones de paz” de la ONU, así como la implementación de políticas de ajuste estructural por parte de instituciones como el Banco Mundial y el FMI, erosionaron aún más la soberanía de Haití y profundizaron su crisis.
El golpe más reciente, apoyado por potencias occidentales, vio la destitución del presidente democráticamente electo Jean-Bertrand Aristide en 2004. Después de su derrocamiento, una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU creó el Core Group, compuesto por representantes de Brasil, Canadá, la Unión Europea, Francia, Alemania, España, Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos.
Durante las últimas dos décadas, este grupo ha ejercido una fuerte influencia en los asuntos políticos y económicos de Haití. No solo ha dictado quién debería gobernar el país, sino que también ha facilitado la incursión de fuerzas militares extranjeras en Haití y ha socavado el restablecimiento de una fuerza armada nacional después de que el ejército fuera disuelto en 1995.
Al tomar estas acciones, el Core Group ha provocado una profunda crisis política, social y económica en Haití, que ha desembocado en la desmantelación del poder estatal y en el control ejercido por diversas pandillas criminales.
Estados Unidos, en particular, tiene una responsabilidad directa en la proliferación y el fortalecimiento de las pandillas, al hacer poco para abordar el tráfico de armas estadounidenses hacia el país.
Como resultado, hoy, lxs haitianxs luchan no solo contra la pobreza y el hambre, sino también contra lo que se asemeja a un “genocidio lento”.
Las pandillas criminales controlan la capital, Puerto Príncipe, y los municipios circundantes, donde dominan más del 90 por ciento del territorio. Operan con total impunidad, aterrorizando a la población a través de secuestros, violaciones, asesinatos y saqueos.
Antes del reciente aumento de la violencia, un informe de 2023 de la organización haitiana Fondasyon Je Klere (FJKL) indicó que bajo el gobierno de Henry, de julio de 2021 a abril de 2023, fueron asesinadas 2,845 personas, incluidos 84 policías. Muchos más han sido asesinados en el último año. Alrededor de 360,000 personas han sido desplazadas, incluidas más de 50,000 que han huido de la capital en los últimos meses.
La violencia ha llevado al cierre de empresas, la pérdida de empleos y el colapso económico. Incluso antes de la escalada actual de la violencia, alrededor del 58 por ciento de la población ya vivía por debajo del umbral de la pobreza, sufriendo una inflación de hasta el 50 por ciento. Las escuelas han cerrado, privando a lxs jóvenes de su derecho a la educación; los centros de salud también han tenido que cerrar sus puertas, privando a muchos de acceso a la atención médica.
Haití está lidiando también con una crisis alimentaria. Según el Programa Mundial de Alimentos, 1.4 millones de haitianxs están al borde de la hambruna. La violencia en curso ha interrumpido gravemente los canales de distribución de alimentos. Además, la escasez de combustible, los gastos crecientes y los gravámenes exorbitantes impuestos por las pandillas están aumentando los precios en el mercado.
Un factor importante en la escasez de alimentos es también la devastación de las comunidades rurales, que han sido la columna vertebral de la economía agraria de Haití. Durante mucho tiempo han enfrentado la negligencia de quienes tienen el poder, recibiendo poco apoyo para sus actividades agrícolas y servicios básicos limitados para garantizar un nivel de vida normal, ya sea agua y electricidad o salud y educación.
La práctica de asignar tierras para zonas industriales gratuitas y el cultivo de productos comerciales para la exportación ha exacerbado aún más la escasez de alimentos en Haití. Esto beneficia a corporaciones extranjeras y a las élites políticas corruptas respaldadas por Occidente.
Los despojos de tierras han empeorado en los últimos meses, ya que las pandillas han comenzado a tomar por la fuerza tierras campesinas y venderlas ilegalmente a partes interesadas. Esto ha exacerbado la situación de las comunidades rurales.
Lxs haitianxs están sumidxs en la desesperación, con sus comunidades destrozadas y sus esperanzas quebradas frente a la violencia implacable.
El camino a seguir
En este contexto, parece poco probable que el nuevo plan de transición propuesto por la CARICOM, respaldado firmemente por el Core Group y en el que participan actores relacionados con el PHTK, pueda resolver la crisis.
Intervenciones similares en el pasado han introducido liderazgos y políticas supuestamente destinadas a aliviar la crisis en Haití, solo para empeorarla. Exfuncionarios haitianos como Gérard Latortue, Michel Martelly y Ariel Henry, respaldados por las mismas entidades que ahora abogan por una nueva intervención, han permitido que la violencia de pandillas florezca; algunos incluso han establecido estrechos vínculos con estos grupos.
El pueblo haitiano recuerda los fracasos pasados y no confía en las intervenciones dirigidas por la ONU y respaldadas por Occidente, la más reciente de las cuales trajo un brote de cólera que cobró la vida de unas 10,000 personas. En consecuencia, es comprensible que la población haitiana rechace una nueva intervención extranjera y el plan de transición asociado.
Las comunidades sociales, políticas y rurales pueden desarrollar soluciones sostenibles y lideradas por haitianxs. En la transición en curso, liderada por el colegio presidencial, estos sectores importantes se encuentran marginados, con solo un asiento entre los nueve asignados para instaurar el gobierno de transición. Esta representación desequilibrada plantea una seria amenaza para la credibilidad de la administración interina.
Por lo tanto, el Frente Patriótico Popula, confluencia de diversos movimientos sociales haitianos, incluidas nuestras organizaciones campesinas y partidos políticos que abogan por un cambio genuino y la soberanía nacional, enfatiza la necesidad de que estos sectores marginados ejerzan el control sobre el Poder Ejecutivo a través de un Comité de Monitoreo Nacional durante la transición. Esto garantiza una acción efectiva sobre problemas urgentes como la inseguridad y la revitalización económica, al tiempo que sienta las bases para elecciones justas dentro del plazo estipulado de dos años.
Para abordar la violencia de manera efectiva, las fuerzas del orden deben recibir una capacitación reforzada, recibir recursos suficientes y rendir cuentas, todo ello a petición del gobierno de transición y con la atenta supervisión del propuesto Comité de Monitoreo Nacional. Es crucial mantener las instituciones delineadas en la Constitución de 1987, junto con iniciativas para fortalecer la seguridad fronteriza destinadas a combatir el tráfico ilícito de armas.
Si bien las fuerzas armadas nacionales pueden desempeñar un papel crucial en el restablecimiento de la seguridad nacional, las medidas extremas pueden empeorar el caos. Por lo tanto, es esencial un Plan Nacional de Seguridad ideado por expertxs haitianxs e implementado por el gobierno de transición, que ofrezca diversas estrategias para combatir el crimen organizado y que sea fundamental para garantizar una solución definitiva a los desafíos de seguridad de Haití.
Paralelamente, la transición debería centrarse en restablecer las instituciones de administración pública y judicial, que son vitales para lograr la paz social. Los movimientos sociales, como los que participan en el Frente Patriótico Popular y grupos similares, deberían desempeñar un papel clave en este esfuerzo para garantizar que se respeten los estándares de transparencia y gobernanza democrática. Esta transición debería allanar el camino para el establecimiento de un nuevo contrato social y un estado redefinido comprometido a servir al interés nacional.
La crisis de escasez de alimentos puede abordarse internamente apoyando a lxs agricultorxs haitianxs e invirtiendo en la agricultura haitiana. El país tiene la tierra y los recursos para alimentarse a sí mismo. En lugar de hacer que los pobres dependan de la ayuda, los recursos financieros deben destinarse a revitalizar y proteger la agricultura campesina rural y fomentar una variedad de actividades productivas, incluida la agricultura, la agrosilvicultura, la ganadería, la pesca y la artesanía.
Además, la distribución de alimentos puede garantizarse apoyando a lxs vendedorxs minoristas a pequeña escala, algunas conocidas como Madan Sara, que desempeñan un papel vital en la entrega de alimentos a los centros urbanos. Incluso en estos tiempos peligrosos, continúan desafiando rutas inseguras para proporcionar a los mercados locales bienes esenciales.
Si la comunidad internacional quiere ver resuelta la crisis haitiana, puede apoyar estos esfuerzos locales. Puede proporcionar asistencia en un asunto determinado por los propios haitianos, ya sea a través de apoyo técnico para abordar la inseguridad rampante o ayuda humanitaria para combatir el hambre a corto plazo. Lxs haitianoxs también necesitarán solidaridad y apoyo internacional para buscar reparaciones financieras por indemnizaciones injustamente impuestas en el pasado y para repeler otros intentos de violar su soberanía.
La situación del pueblo haitiano no puede ser ignorada ni trivializada; exige acción inmediata y concertada, pero la respuesta no es otra intervención extranjera. Las potencias occidentales deben honrar la soberanía haitiana y respaldar soluciones locales en lugar de imponer sus propias preferencias. La voluntad del pueblo, que soporta el peso de esta catástrofe, debe ser defendida.
Este artículo fue escrito por Doudou Pierre Festile y Micherline Islanda Aduel de La Via Campesina Haití para Al Jazeera.
Entre el 10 y el 14 de abril de 2024, celebramos en Costa Rica el Encuentro Mesoamericano en Defensa del Maíz. Llegaron campesinas y campesinos de México, Guatemala, Honduras, Salvador, Costa Rica y Nicaragua, Colombia y Ecuador. Estos dos últimos son países que en las clasificaciones botánicas, geográficas, históricas y antropológicas, no están incluidos en Mesoamérica —que va de la mitad de México hacia abajo por toda Centroamérica, no más. Pero no nos importó.
Nos importó la cercanía agrícola de hacer milpa o chacra, una afinidad que en este encuentro se hizo más visible. Son comunidades que guardan una estrecha relación con la Naturaleza, vigente en un horizonte de casi 10 mil años de agricultura campesina y ejercen sus posibilidades de subsistencia con la fuerza de sus vínculos sagrados.
El capelo de convivencia fue muy fluido y sus resonancias y pensamiento confluyeron en un documento de análisis que esperamos enriquezca nuestras conversaciones y la práctica de nuestra autonomía.
Las semillas son nuestra memoria:
sembrar nuestro maíz ancestral es un asunto político
Ante un clima generalizado de violencia y un afán de sometimiento por parte de corporaciones, gobiernos y organismos internacionales, los pueblos y comunidades que nos reconocemos en la milpa o la chacra de maíz, reivindicamos nuestra autonomía y nuestros modos propios de gobernarnos. La devastación, el despojo, las imposiciones, el exilio forzado de jóvenes, niñas y niños por el vaciamiento programado de nuestras regiones, hace necesario que nos pronunciemos con fuerza y nuestra vida por delante.
Reconfirmamos que defender el maíz (la milpa, la chacra) pasa necesariamente por el respeto a la libre determinación y autonomía de las comunidades y pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos.
Rechazamos una vez más cualquier siembra experimental, piloto o comercial, y la distribución, almacenamiento o comercialización de organismos genéticamente modificados (incluidos los transgénicos, los productos de edición genética con sus impulsores u otras formas de la biología sintética en cualquier parte del territorio nacional y en el mundo).
La soberanía y autonomía alimentaria radicarán siempre en el respeto del derecho colectivo a tener, guardar, intercambiar y sembrar libremente semillas nativas sin la imposición de mecanismo alguno de control estatal, federal o empresarial (sea registro, certificación, inventario, banco de semillas, catálogo de variedades, patentes, denominaciones de origen o derechos de obtentor, sean individuales o colectivos, y las medidas fitosanitarias impuestas por los TLC).
Un “buen vivir en armonía con el entorno” requiere condiciones que permitan la producción libre y autónoma de alimentos a nivel local, regional y nacional, el respeto a nuestros territorios, amenazados ahora por proyectos mineros, hidroeléctricos, petroleros, carreteros, de servicios ambientales, programas de “conservación”, monocultivos e invernaderos agroindustriales repletos de agrotóxicos, y la privatización de nuestras fuentes de agua; una industrialización y urbanización salvaje y una política ambiental oficial de conservación sin gente.
Rechazamos las acciones privatizadoras de la autodenominada Unión de Protección de Obtenciones Vegetales (UPOV) y sus leyes que pretenden normar quién siembra, cultiva, cosecha y comparte semillas y variedades nativas y criollas.
Rechazamos los Tratados de Libre Comercio por ser instrumentos del sometimiento de la soberanía nacional a los intereses de las transnacionales y ser mecanismos de presión para la adopción de UPOV y legislaciones que impiden el intercambio y libre uso de semillas.
Rechazamos el Reglamento Técnico de Bioseguridad de Organismos Vivos Modificados (OVM) para Usos Agropecuarios (conocido como Reglamento Centroamericano), por atentar contra la soberanía de Guatemala, Honduras y El Salvador y por promover el tránsito de organismos genéticamente modificados con su paquete de agroquímicos, nocivos para la vida de nuestra gente, y la investigación, experimentación y comercio de semillas transgénicas.
Abrimos a la consideración pública los siguientes puntos.
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1. Celebramos lo propio y lo ponemos en el centro de la discusión. Revindicamos la vida, nuestra comunalidad (esa responsabilidad entre todas y todos) y la esperanza, una esperanza filosa y nada complaciente pero que nos abre avenidas de cotidianidad, cuidados y prácticas de autonomía: algo que al igual que la milpa o la chacra también se siembra, se cultiva y se cosecha vez tras vez. Celebrar lo propio nos hace reconocer y respetar la diversidad en todas sus formas y relaciones siempre y cuando haya un respeto recíproco basado en la convivencia de la humanidad y en la biodiversidad.
2. Abrimos más y más espacios de conversación intergeneracionales, formales e informales, puntos de encuentro entre personas y colectivos, para imaginar y reflexionar en conjunto, compartiendo datos, información, relatos, experiencias, historias, emociones y cariño. Ampliemos nuestros vínculos y nuestra comunicación, mantengamos conversaciones entre comunidades originarias, afrodescendientes, campesinas de diferentes regiones y promovamos la apertura de radios comunitarias en todos los enclaves posibles.
3. Defendemos nuestro ánimo y nuestra creatividad compartida: experimentar, observar y mejorar nuestras prácticas a partir de recuperar, revalorar y promover nuestros saberes campesinos, ancestrales y nuevos, afines y pertinentes con nuestras condiciones y circunstancias.
4. Reivindicamos nuestras formas propias de organización, la importancia de nuestras asambleas, en muchas partes la máxima autoridad horizontal desde donde se decide por consenso.
5. En la toma de decisiones sobre bienes y ámbitos comunes haremos valer nuestros derechos de contar con autoridades o mecanismos autónomos, tal como los ejidos y comunidades agrarias, resguardos indígenas, consejos comunitarios, zonas de reserva campesinas, alcaldías, cabildos y autoridades tradicionales, municipales o cantonales en territorios compartidos, nuestros, que mantienen su diversidad dependiendo de los países y las regiones.
6. Proponemos documentos normativos propios consensados en asambleas que pueden fortalecer la autonomía, sean de orden agrario o municipal / cantonal que promuevan nuestras formas propias de responsabilidad, trabajo y organización.
7. Seguimos guardando, compartiendo y reproduciendo abiertamente nuestras propias semillas y eso nos hace fuertes, porque sembrarlas es su mejor protección. Defenderlas nos hace mantener nuestros territorios de vida. Las semillas son nuestra memoria. Sembrar nuestras semillas hoy es un asunto político.
8. Queremos resignificar la agricultura campesina que guarda una relación de respeto con la naturaleza. De esa agricultura campesina ancestral brota la agroecología como una herramienta de memoria y cotejo junto a la agricultura contemporánea ecológica.
9. Rechazamos la imposición y la entrada a nuestros espacios de semillas extrañas o tecnologías para las que no tengamos una información confiable y sustentada en el cotejo de organizaciones o comunidades y nuestros propios canales de relación cercana.
10. Necesitamos cuidar la salud de nuestro suelo, agua y aire y fomentar su respeto. Exijamos la protección de territorios libres de agrotóxicos. Protegeremos nuestros territorios impulsando una transición hacia la prohibición de los agrotóxicos y cualquier otro veneno con que amenazan la vida de nuestras niñas y niños, de nuestro monte y nuestras fuentes de agua.
11. Queremos reconstituir nuestra fortaleza y nuestras habilidades, nuestra memoria y nuestra historia. Queremos tejer saberes en nuestros ámbitos comunitarios y como base de lo que pueden ser nuestros proyectos de formación: emprender investigaciones y diagnósticos participativos, pertinentes, que nos ayuden a conocer a fondo nuestros territorios, a entenderlos y defender todos sus rincones y sus relaciones. Que la base de nuestros proyectos de formación y educación sea la construcción colectiva de los saberes. Ya no queremos eternizar el colonialismo. Elaboremos materiales de formación en castellano y diferentes lenguas del continente, fortaleciendo nexos entre abuelas y abuelos con niños y niñas.
12. Fomentemos más diversidad en nuestros alimentos y garanticemos que no se pierdan cultivos vitales con valor nutricional e histórico. Propiciemos la diversificación productiva. Promovamos nuestros saberes gastronómicos, y reivindiquemos la cocina como un espacio de creatividad, imaginación y resistencia.
13. Reconstruyamos el vínculo entre la custodia de las semillas y la partería, para darle plenitud a las personas guardianas de la vida que viene.
14. Tras muchos reveses nos estamos saliendo de los circuitos del dinero, porque el dinero grita cuando ya no tiene cómo engañarnos. Impulsemos entonces tiendas cooperativas y modos de mercado locales que no sean sólo un intercambio mercantil sino un intenso intercambio de saberes: recuperemos nuestra propia economía.
15. Volvamos los sentidos hacia lo que nos ha hecho fuertes y que nos mantiene aquí luchando. Reconocer la importancia de la reciprocidad, y de la responsabilidad que ésta entraña. Es crucial recuperar, además de nuestros propios sistemas alimentarios, nuestro propio sistema de salud y curación, y nuestros mecanismos de impartición de justicia.
16. Protejamos y defendamos nuestros ámbitos y bienes comunes (bosques, semillas, aguas, saberes, educación propia, sistemas de equilibrio social y otros).
17. Nos está dando claridad fijar la mirada en los cuidados cotidianos ejercidos por mujeres y hombres, niñas, niños, jóvenes y personas mayores por igual, conscientes para atender las tareas que nos permiten reconocer, restañar, reparar, descansar, sanar, mantener, procurar, nuestras necesidades más profundas, incluida la producción propia de alimentos en eso que conocemos como soberanía alimentaria. Impulsemos nuestras formas de laborar en conjunto (sean minga, pasamanos, tequio, faena, manovuelta).
18. Buscamos construir alianzas estratégicas para amplificar los procesos que desarrollamos en las comunidades y que vamos sistematizando, cada quien en su lugar. (Con comunidades y organizaciones pero también con sociedad civil, fundaciones, tribunales de conciencia. Necesitamos en ocasiones emprender labores de sensibilización.)
19. Tenemos que lograr una salvaguarda jurídica internacional, pero también salvaguardas nacionales para impedir la privatización de las variedades de las semillas nativas, incluso blindando nuestros territorios.
20. Siempre que sea posible, busquemos la incidencia y la alianza con los gobiernos locales. En ese nivel de cercanía es más fácil y más transparente incidir con nuestras propuestas y reivindicaciones. Porque ahí nos conocemos y podemos emprender acciones conjuntas.
21. Promovamos la integralidad de las acciones de pueblos y comunidades, porque así es más fácil entender la complejidad de lo que puede profundizar nuestra autonomía y libre determinación.
Colombia, Alianza por la Agro-biodiversidad, Grupo Semillas. Costa Rica, Arari Plantas y Salud, Fundación Sol de Vida, Red de Mujeres Rurales, Red de Coordinación en Biodiversidad, Finca Lecanto, Red Bancos de Semillas, Mujeres por el Bien Común, Kioskos Socioambientales Universidad de Costa Rica (UCR), Talamanca por la Vida y por la Tierra, Coecoceiba Amigos de la Tierra, Asociación Tinamaste, Finca Aire Fresco, Colectiva Biriteca Agroecológica, Semillas Libres Costa Rica, Movimiento Agroecológico Costarricense. Ecuador: Fundación Kawsay, Coordinadora Nacional Campesina Eloy Alfaro (CLOC), La Troja Manaba, Acción Ecológica. El Salvador: Federación de Cooperativas de la Reforma Agraria Región Central-CLOC-Vía Campesina. Guatemala: Red Nacional por la Defensa de la Soberanía Alimentaria en Guatemala (Redsag). Honduras: Asociación Nacional de Fomento de la Agricultura Ecológica (Anafae). México: Red en Defensa del Maíz: (Colectivo por la Autonomía-COA, Semillas Colibrí, Desarrollo Económico y Social de los Mexicanos Indígenas-Desmi, Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez de Oaxaca-UNOSJO, Ojarasca). Nicaragua: Semillas de Identidad-Red del Pacífico Sur. Regionales: GRAIN, Colectivo de Semillas de América Latina, Alianza Biodiversidad.
Encuentro Mesoamericano en Defensa del Maíz
Celebrado en el Centro Nacional Especializado en Agricultura Orgánica,