Brasil: Encuentro Nacional de Formación y el Consejo Nacional de la CPT

“Yo que hice nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21,5)

La Comisión Pastoral de la Tierra, reunidos los días 17 al 20 de octubre del 2011, con la presencia de 52 representantes de todo Brasil, en su tradicional Encuentro Nacional de Formación, en Hidrolandia – GO, esta vez con el tema “Ecologismo de los pobres y ecofeminismo”, en el consejo nacional, que continuó los días 21 y 22, en Goiânia – GO, comparte la experiencia y los sentimientos que significan estos días intensos.

Analizamos la coyuntura nacional y global, a partir del campo, las regiones en que ejercemos nuestro servicio pastoral. Nos cuestionamos los desafíos que deberían ser incorporados en la púnica e irrenunciable bandera del campesinado y los pueblos del campo: la lucha por la tierra y por los territorios, contra el latifundio y la propiedad absoluta de la tierra, una barrera secular para la construcción de una nueva nación justa e igualitaria.

Un discernimiento renovado nos interpelo a asumir la ecología, a partir de las prácticas y de las resistencias de los pobres, las mujeres y los pueblos, desmitificando el falso mito de la sustentabilidad y desmascarando la dominación patriarcal, desde siempre aliado al progreso capitalista y al orden del Estado. Una dominación traducida cotidianamente en el machismo enraizado en nuestras relaciones humanas, interpersonales y sociales, en la opresión a la mujer, con violencia y a las desfigurar nuestra humanidad.

Damos la bienvenida al mensaje que don Pedro Casaldáliga- nuestro Pedro de Araguaia- que envió a sus misioneros y misioneras de CIMI- Consejo Indigenista Misionario, reunidos en la Asamblea Nacional, en este mes de octubre. El profundo silencio en que resonaron sus palabras expresa la convicción unánime de que sus palabras proféticas son una apelación urgente para nosotros en la CPT.

“Debemos abrir los ojos, abrir el corazón y tomar el tiempo.”

(Pedro Casaldáliga)

Es tiempo de desafiar desde hoy el avance de los emprendimientos del capital, un proceso impresionante de reprimarización de la economía brasilera, amenazando como nunca a las personas, las comunidades y el medio ambiente: el acaparamiento ocultado o legalizada de la tierra, las transposiciones del agua, o el aumento exponencial de la minería en todo el territorio nacional, la expansión de los monocultivos y la ganadería, la destrucción ilegal o legalizada de los bosques, do cerrado e da caatinga, los transgéenicos y los agrotóxicos, y la insistencia en priorizar las matrices energéticas que destruyen el medio ambiente.

El Estado, a través del Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC) y del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) se torno como el articulador y el financiador del capital nacional y transnacional. Rehén de la ideología del crecimiento, alimentando abundantemente grandes obras, indiferente de las enuncias de sobrefacturación y graves impactos sócio-ambientales. Subyugada la política a la economía está reducida a las oportunidades momentáneas al mercado global. La imposición de hidroeléctricas de Belo Monte, de intereses exclusivos de algunas corporaciones empresariales, son revés del bien social y ambiental y de la voluntad popular, y eso son ejemplos recientes.

Los gobiernos, de cualquier sigla o coalisión partidária, reiteram los procesos inicuos de control de las iniciativas campesinas, la criminalización de sus movimientos y lideres, la perpetuación de la impunidad, la defensa del latifundio, sacramentada por la última y decisiva palabra de un poder judicial corporativista, aliado que blinda las elites oligarcas y los intereses capitalistas.

“No deja caer la profecía …seamos conscientes. Seamos críticos y autocríticos.”

(PedroCasaldáliga)

Han sido tomados por asalto la tierra y los territorios, espacios vitales para las comunidades campesinas que se organizan y se reproducen con su propio modo de vida, sus valores humanos, económicos, sociales, culturales y religiosos.

Organizaciones como MDA, INCRA, IBAMA y similares, operadores de las políticas para el campo, cumplen un papel cada vez más marginales en relación con el eje central de las políticas agraria-agrícola dedicada a la expansión del agronegocio y de exportación. A estos también se subyugan las alteraciones al Código Forestal y todo el aparato legal dedicado al medio ambiente, sobre una falaciosa fachada de beneficio a los agricultores familiares, como el “desarrollo sustentable”, “capitalismo verde”.

El Estado, por omisión o complicidad, tiene expuesta a la sociedad brasilera a una situación de barbarie y son evidencias los asesinatos impunes en el campo y la mortalidad en la ciudad, en especial los jóvenes y los negros. La “grilagem” sistemática y aceptada por el Estado tiene tornada la tierra como un sueño de pocos y se coloca el valor de la propiedad concentrada por encima de la vida humana y del medio ambiente. Supuestos avances democráticos en los últimos dos años no incrementaron en nada soluciones estructurales para la sociedad brasilera, sino que lo reforzó, ya que la política ha sido de anti-reforma agraria.

El crecimiento económico, potenciado por la crisis global se transformó en oportunidad de expansión de negocio para los bienes primarios, pero que potenció también la inclusión social por un aumento de la renta y del consumo, lo que no se presenta como una estrategia soberana a largo plazo. La necesidad de multiplicación y aumento de las políticas sociales compensatorias, junto con la perpetuación de políticas de favorecimiento a los ricos, son señales que el sistema de expropiación y de exclusión estructurales se profundizan y no son soluciones y no tienen futuro.

“Puede fallar todo, menos la esperanza.”

(Pedro Casaldáliga)

Si de un lado aumenta la violencia del latifundio, del agronegócio y del Estado, de otro lado persiste la resistencia y las luchas organizadas y articuladas de campesinos, indígenas, quilombolas, activistas y otros, que enfrentan el sistema y reivindican la tierra y el territorio. Aprender –en la lucha- que no se confía en este Estado y que la constitución y las regulaciones, no nos benefician y son en la mayoría de las veces, letras muertas. Aprender que no será este Estado el que dará las respuestas a los desafíos mayores hechos por los pueblos del campo y por toda la sociedad. Las y los campesinos consiguen organizar asentamientos, implementar nuevas formas de relación con la tierra y de los procesos productivos, reafirmando y reinventando caminos colectivos y solidarios de vivir y no abandonan el proyecto de democratización de la tierra, a través de una reforma agraria digna.

Ese enfrentamiento incesante en el campo convoca la CPT a renovar su compromiso de contribuir con la formación, articulación y movilización de la renovación de las organizaciones populares del campo, para que también los campesinos y las campesinas sean protagonistas de las transformaciones necesarias de la sociedad brasilera y mundial.

Ahora se requieren cambios radicales en nuestra forma de ser, de vivir y de la estructura de vida y la vida. Una nueva forma de organizar la “casa y el mundo” (del griego oikos): la reproducción de la vida material (economía), el trato con la naturaleza (ecología) y las relaciones sociales (ecumenismo). En Brasil y en el mundo, el desbordamiento de las calles con el pueblo indignado y deseosos de una verdadera democracia. Su grito evidencia el colapso de la estatocracia, siervo del capital, falsa democracia.

A nosotros en la CPT, el tiempo nos exige una espiritualidad centrada en el seguimiento radical de Jesús, y que nuestro testimonio para el servicio del Reino de Dios incorpore el clamor de las calles y los campos y construir nuevas relaciones entre mujeres y hombres con la Creación. Estamos llamados a deconstruir la tela jerárquica que cosifica e inferioriza a la naturaleza, las mujeres, los pobres, los negros, las minorías indígenas y campesinos.

Las alianzas de los pueblos de la tierra, nos impulsa para la perspectiva de un ecumenismo nuevo y extenso (macroecumenismo) en que la Biblia, leída y vivida a partir de los pobres y del conflicto, dialoga con las teologías afro-descendientes y los pueblos originarios de nuestra América.

Será una dura lucha por superar, también el patriarcado que domina las relaciones humanas, en la familia, en la sociedad, en el Estado y en las Iglesias. Más, es un camino necesario, posible y urgente. Como fue Francisco y Clara de Asís, y, en nuestros días, el de Pedro de Araguaia. Desde su consagración como obispo, 40 años atrás, el nos prueba que es posible convertirse en una iglesia-comunión, que no pacta con “las fuerzas del latifundio y la marginalización social”, como proclamaba su primera carta pastoral, en octubre de 1971.

Así sea para la CPT también!

Goiânia 22 de outubro de 2011.

Consejo Nacional de la Comisión Pastoral de la Tierra

 

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