El cuento de la economía verde: Falsas soluciones

Viernes 18 de Mayo de 2012

Luiz Zarref y Marcelo Durão

Breve análisis político de la circulación del capital

La actual crisis estructural del capital está produciendo impactos profundos en las economías céntricas (EUA, Europa y Japón). Sin embargo, esa crisis no inviabilizará automáticamente el sistema capitalista, que viene reconfigurando sus mecanismos de acumulación. Uno de los ejes de esa reconfiguración es la expansión del capital hacia las economías periféricas emergentes, con mayor concentración en los países conocidos como BRIC (Brasil, Rusia, India y China).

Grandes proyectos de estructuración de ese capital están en curso en esos países, y definirán también las formas que la acumulación capitalista se dará en los otros países periféricos. Los antiguos mecanismos de industrialización, explotación de la plusvalía urbana y avance del agronegocio estarán en el centro de esa expansión del capital en esos países. Sin embargo, hay un elemento común a ellos que no será descartado en ese nuevo periodo: las áreas naturales y territorios de los pueblos del campo. La lectura de la Vía Campesina sobre Río+20 y las últimas disputas en las convenciones de diversidad biológica (CDB) y cambio climático (UNFCCC) es que el capital se está organizando para apropiarse de esos territorios y transformar la naturaleza en una serie de mercancías.



En Brasil, por ejemplo, tenemos cerca de 220 millones de hectáreas en Unidades de Conservación y Tierras Indígenas. Si sumamos las áreas de las comunidades tradicionales, quilombolas y campesinas, que poseen significativas áreas conservadas, llegamos a más de ¼ de todo el territorio nacional donde el capital aún no posee mecanismos de acumulación. Esa realidad se repite en la inmensa mayoría de los países del Sur y de Asia, lo que se presenta como un potencial flanco de expansión del capital en crisis.

No es posible pensar que en el actual nivel de voracidad y de crisis del capital, esa inmensidad de territorio sea despreciada. Muchas son las posibilidades de explotación de esas áreas naturales conservadas. En un primer momento, podrán realimentar el capital financiero, por medio de papeles de carbono o de biodiversidad, negociados y especulados en bolsas de valores. Pero en un paso posterior, podrán adentrarse en esos territorios (una vez que ellos ya estén comercializados) para realizar la acumulación primitiva, de varias formas: robo del conocimiento tradicional asociado a la biodiversidad de esas áreas, robo de minerales y maderas, etc.

Es a ese nuevo flanco de expansión del capital que se ha convenido en llamar Capitalismo Verde. Para la Vía Campesina, a pesar de la calificación “verde”, se trata del mismo capitalismo de siempre, con la misma necesidad de generación de lucro a partir de la plusvalía y de la acumulación primitiva. Es el mismo capital que explota el petróleo, la minería, que expande las industrias automovilísticas, farmacéuticas y tantas otras. Pero es un rostro del capital que busca engañar al planeta, en un momento que la crisis ambiental puede colocar en jaque su hegemonía. Es un rostro que se presenta como ético, preocupado con el planeta, pero que al fin de cuentas es solo una fachada para lo mismo de siempre.

Al observar las convenciones ambientales de la ONU es posible identificar una estrategia bien definida de reglamentación de ese nuevo flanco de expansión del capital. Es posible identificar claramente los cimientos de la tesis capitalista que será defendida en Río+20.

Las convenciones de la ONU y su vinculación al proyecto político del Capital

Las convenciones ambientales jamás llegaron a consensos consistentes. Sin embargo, Río 92 posibilitó algunos importantes avances, colocando la cuestión ambiental en el ámbito de la relación sociedad-Estado. Se definieron cuestiones importantes como el Principio de la Precaución y la creación de las tres convenciones que se dan hasta los días actuales: Desertificación, Diversidad Biológica (CDB) y Cambio Climático (UNFCCC). Las tres deberían crear una gobernanza global sobre el medioambiente, a la vez que responderían a las alteraciones ambientales que ocurriesen a lo largo de los años.

Convención sobre Cambio Climático

La principal agenda de esta convención fue la definición, por parte de los países, de metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). A pesar de la presión de los movimientos y de varias organizaciones, los instrumentos para esa reducción fueron deliberadamente vagos y con un progresivo acoplamiento al mercado. A partir del Protocolo de Kioto (1997) se crearon mecanismos importantes para la entrada del mercado en este espacio, como los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL) y la Captura de Carbono.

A pesar del fracaso de esas falsas soluciones, el interés del capital se consolidó cada vez más en las convenciones siguientes. En las dos últimas convenciones (Copenhagen y Cancún) lo que se vio fue el imperio de las propuestas del capital y la derrota de toda la agenda popular, que estaba sintetizada en la propuesta boliviana de los derechos de la Madre-Tierra. Ambas convenciones no debatieron sobre cambio climático, pero sí sirvieron como grandes ferias internacionales del capitalismo enverdecido.

Muchos son los instrumentos del capital para transformar el cambio climático en un factor de mayor acumulación. La inversión masiva en nuevas fuentes de energía, como eólica, geotérmica o hidroeléctrica fortalece a transnacionales como Siemens y General Electric y abandona el debate sobre el destino de los actuales 15 Tera Watios producidos anualmente, que en la realidad alimentan industrias predatorias de commodities. El desarrollo de especies transgénicas resistentes a las alteraciones del clima, como sequía o mayor intensidad de lluvia. La creación de un fondo internacional para el clima, vinculado al Banco Mundial, que endeudará a los países a partir de la obligación de implementar las falsas soluciones.

Sin embargo, el principal instrumento que se viene trabajando es la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD). Ese mecanismo pretende transformar los bosques en áreas de compensación de la contaminación de otros países, pagando valores por toneladas de carbono que supuestamente serían “capturadas” por la selva. Solo esa intención debe ser rechazada, ya que es absurdo permitir que los bosques limpien la suciedad hecha por el Norte, además de saber que esas toneladas solo legitimarán un aumento velado de las emisiones. Sin embargo el principal problema de este instrumento reside en la posibilidad de apropiación de los territorios de los pueblos de la selva y del campo, una vez que las empresas que paguen por el REDD pasen a tener derechos contractuales sobre el “carbono secuestrado”, que es nada más ni menos que toda la biomasa que allí se encuentra.

Convención de la Diversidad Biológica

Esa convención históricamente fue un espacio dedicado a las agendas de la sociedad. Importantes regulaciones y prohibiciones a las tecnologías transgénicas (como el Terminator y Árboles transgénicos) fueron conquistadas en la CDB. Sin embargo, en los últimos cuatro años se ha ido produciendo una fuerte vinculación de la CDB a las empresas, que tuvo su punto más fuerte en la última convención, el año pasado, en Nagoya, Japón.

A pedido del G7, un economista de la dirección de mercados futuros del Deutsche Bank sustentó un estudio llamado The Economics of Ecosystems and Biodiversity (TEEB) – La Economía de los Ecosistemas y Biodiversidad. De forma

resumida, ese instrumento cuantifica monetariamente todas las relaciones ecosistémicas, desde la belleza escénica hasta la polinización de las abejas. A partir de una estandarización de esa metodología, será posible transformar en mercancía toda la naturaleza, yendo mucho más allá de la captura de carbono.

Diversas reuniones se vienen realizando en varios países del mundo para crear las reglamentaciones nacionales para la consolidación de ese mecanismo. Se aprovecha de la tradicional agenda de los pueblos del campo y de la selva, que históricamente exigieron el pago por el uso sostenible que hacen de la biodiversidad, y colocan una cortina de humo llamado Pago de Servicios Ambientales, que no responde a la agenda popular, pero sí a la mercantilización

de la naturaleza.

Río+20: la tesis capitalista avanzando sobre la naturaleza de los pueblos

Ante del avance orquestado del capitalismo dentro de la CDB y de la UNFCCC (y la desatención a la convención sobre desertificación, de la cual no ha sido posible, aún, extraer mecanismos para la acumulación capitalista), hay una clara intencionalidad hacia Río+20, conferencia que va a celebrar los 20 años de Río

92 y que reunirá todas las convenciones sobre medioambiente. La propuesta es unir los caminos recorridos en cada una de las convenciones paralelas y lanzar al mundo la síntesis de las falsas soluciones: la economía verde.

El objetivo central es remplazar al Estado, tan presente en Río 92, por el Mercado en la mediación de los bienes comunes y los territorios. Con el discurso de que la crisis climática y ambiental es urgente y que los Estados son lentos, corruptos y obsoletos, el capital busca engañar al mundo y consolidar ese nuevo flanco de su expansión.

El último documento presentado por el PNUMA para Río+201 llega a ser escandaloso. Considera que “el camino del desarrollo debe mantener, mejorar y, donde sea necesario, reconstruir el capital natural como un bien económico fundamental”. Y añade luego que “una economía verde, con el paso del tiempo, crece más rápidamente que una economía marrón, a la vez que mantiene y restablece el capital natural”. Asume además un modelo de la economía en general que asigna anualmente un 2% del PIB mundial a la inversión adicional en 10 sectores verdes en el período 2011-2050. O sea, además de defender que la tal economía verde debe servir para la continuidad de la acumulación capitalista, defiende que el 98% del PIB continúe atado al tradicional sistema de acumulación capitalista que viene llevando nuestro planeta al colapso. Corrobora, por lo tanto, nuestra lectura que son falsas soluciones para los pueblos y para el planeta, pero reales soluciones para un capitalismo en crisis.

Por último, la vinculación de Río+20 con los intereses del mercado queda más claro aún cuando el texto defiende la relación de esa Conferencia con la OMC: “Las negociaciones actuales de la Ronda Doha de la Organización Mundial del Comercio incluyen asuntos que podrían sostener la transición hacia una economía verde”. O sea, las propuestas que se defenderán el próximo año, en Río+20, están en clara oposición a los cambios reales y necesarios que deben darse en las relaciones de producción, y asimismo se confrontan a la idea de soberanía de los pueblos. Al mercado, todo.

La importancia de la articulación de la sociedad civil organizada

A partir de esa lectura política, la Vía Campesina ha buscado organizarse con los grupos políticos que poseen una visión anti-capitalista y contraria a la mercantilización de la naturaleza. Es importante un frente amplio, que articule organizaciones del campo y de la ciudad y que demuestre que las verdaderas soluciones para el colapso ambiental están juntas a la agricultura campesina, a la reforma agraria y urbana y a la justicia social.

No será tarea simple cuestionar el enverdecimiento del capitalismo durante Río+20. Siendo una modalidad de los Megaeventos, Río+20 contará con un aparato represivo muy fuerte, que estará en entrenamiento en la ciudad del Río de Janeiro para prepararse para la Copa del Mundo (2014) y las Olimpíadas (2016). Contará también con una masiva propaganda, que buscará asociar la economía verde al combate del hambre y de la miseria. Por lo tanto, utilizará diversos aparatos del Estado para avanzar en la construcción de la hegemonía de ese nuevo flanco.

Por ello, los movimientos y organizaciones populares deben buscar una estrategia común de: i) denunciar el maquillaje verde del capitalismo y sus nuevos instrumentos, como REDD, Biología Sintética y otros; ii) debatir con la sociedad las reales causas de la crisis ambiental, vinculándolas a las otras facetas de la crisis estructural del capital (financiera, alimentaria, energética, etc.); iii) reafirmar las verdaderas soluciones a la crisis: agricultura campesina, agroecología, economía solidaria, soberanía energética.

A partir de este análisis de que el capitalismo verde irá avanzando justamente en los países donde los pueblos del campo y de la selva aún están en sus territorios, tenemos claro que es fundamental bloquear ese flanco del capital inmediatamente. Contra la globalización del capitalismo, que quiere devorar nuestra naturaleza y robar nuestros territorios, debemos globalizar nuestra lucha. Debemos dar un mensaje claro al mundo contra las falsas soluciones, defendiendo la Madre Tierra, la agricultura campesina y la soberanía de los pueblos.

Luiz Henrique Mora (Luiz Zarref) es ingeniero forestal brasileño, investigador de la Universidad de Brasilia.

Marcelo Durão es ingeniero agrónomo brasileño.

Ambos militantes del MST y de la Vía Campesina.

 

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