Lunes 1 de Agosto de 2011
Pablo Sigüenza Ramírez
Los abuelos y abuelas mayas tenían la costumbre de iniciar la siembra del maíz pidiendo permiso y agradeciendo a la madre tierra por la oportunidad de cultivar sus alimentos. La tradición oral de los pueblos, la forma de producir en algunas comunidades indígenas de Guatemala y los relatos antropológicos, nos cuentan de la importancia que la luna, el viento y las lluvias tienen para saber cuándo sembrar, limpiar la milpa y cosechar. Los fertilizantes químicos no se conocían hace cien años, no hacía falta, la tierra era naturalmente fértil y así la conservaban las prácticas campesinas. La contaminación de los ríos era nula. Y cada actividad en la agricultura tenía su sustento en las ciencias matemáticas y astronómicas, en la cosmovisión y en los saberes que los pueblos Mayas conservan como legado ancestral y que renuevan constantemente. El respeto a la Madre Naturaleza y al cosmos es uno de sus principios fundamentales.
La otra cara de la moneda se ve en la frenética carrera de la agricultura moderna por producir cada vez más y acumular ganancias sin fin, pero afectando el ambiente, matando la fertilidad de la tierra, contaminando los ríos, lagos y mares, explotando el trabajo de la gente. Cientos de profesionales de la ecología, de la geografía, de la agronomía y de las ciencias sociales en todo el planeta se pronuncian a favor de detener la contaminación que genera la gran agricultura industrializada y monocultivista. Estas voces científicas le dan la razón a los planteamientos que organizaciones de pequeños productores campesinos esgrimen diciendo que el hambre del mundo y el cambio climático son producto directo del sistema capitalista de producción que concentra los medios de producción y la distribución de los alimentos, y que además contamina y es el principal responsable del calentamiento global.
Para cambiar el clima hay que cambiar el modelo de producción afirma la Vía Campesina, organización mundial de pequeños productores. La alternativa que proponen es la Agroecología, un planteamiento de pasado, presente y futuro a los grandes problemas de hoy. “Campesinos y campesinas alimentando al mundo y enfriando el planeta” es el lema del II Encuentro Continental de Formadores en Agroecología que se está realizando en Guatemala entre el 28 de julio y el 3 de agosto. Chimaltenango, en el centro del país, territorio del pueblo kakchiquel, será la capital latinoamericana de las prácticas agroecológicas. Lo discutido y resuelto en este gran evento, servirá para que la Vía Campesina avance en la consolidación de la apuesta por la agroecología en el mundo y se propone a la sociedad americana que gire su atención hacia una agricultura que no dañe el ambiente, que provea de medios de sustento a las comunidades que viven de ella y que produzca alimentos sanos para todos.
Guatemala, junto a los países mesoamericanos, es centro de origen del maíz, uno de los alimentos que más se consume en el mundo, también es el territorio en dónde los pueblos indígenas inventaron el sistema de producción llamado milpa, en el que conviven casi medio centenar de plantas útiles al hombre y la mujer, en un espacio reducido bien aprovechado. El calendario maya, los nahuales, la cuenta de los días, el conocimiento de los ancianos, las prácticas agrícolas y el reconocimiento del trabajo y sabiduría femeninos, son saberes que Guatemala compartirá con campesinos y campesinas de toda América en este encuentro.
Para Vía Campesina, la agroecología es un planteamiento político, una práctica y una ciencia anti sistema y anticapitalista, en pro de la vida y del respeto al planeta. Me recuerda los mensajes que se escuchan estos días en las movilizaciones populares de España y que están preocupando en serio a los defensores del status quo. La matrix se está viniendo abajo.
– Pablo Sigüenza Ramírez es Investigador del Colectivo de Estudios Rurales IXIM.