1999-11-30
Reflexiones para un proyecto popular de educación en el campo
MST 15 años: Lecciones de Pedagogía
Roseli Salete Caldart (Sector Educativo del MST)
El MST cumple 15 años en 1999, constatando que tiene, finalmente, dos grandes tareas en la historia: ayudar a acabar con el «pecado mortal» del latifundio, desconcentrando y volviendo socialmente productivas la tierras de este país inmenso; y ayudar a humanizar a las personas, formando seres humanos con dignidad, identidad y proyecto de futuro. Esta segunda tarea tal vez sea la que mejor se viene cumpliendo desde que comenzó a ser gestado.
La obra educativa del MST sugiere, principalmente, respeto a:
– al rescate o a la restitución de la dignidad a millares de familias que vuelven a tener origen y proyecto. Los pobres poco a poco se van convirtiendo en ciudadanos: sujetos de derecho, sujetos que trabajan, producen y participan en sus comunidades, afirmando en sus desafíos cotidianos una nueva agenda de discusiones para el país.
– a la construcción de una identidad colectiva, que van más allá de cada persona, familia, asentamiento. La identidad del Sin Tierra bajo el nombre propio de luchadores del pueblo, ya no sujetos a una condición de ausencia: no tener tierra, sino sujetos de una opción: la de las luchas por más justicia social y dignidad para todos, en un movimiento mucho mayor al MST, el movimiento de la historia, que dice respecto a los destinos de la humanidad entera…
Ojeando en la historia del MST desde esta perspectiva, nos encontramos con algunas lecciones de pedagogía, o de cómo los sujetos de una lucha social y de una colectividad en movimiento se ocupan y se preocupan de la educación. Pensando bien, estas lecciones pueden ayudarnos a reflexionar también sobre nuestras prácticas de educación en las escuelas. También, nos permiten pensar cómo la escuela entra en este Movimiento y cómo puede ayudar a cultivar el ser humano que de ella se produce.
Algunas de esta lecciones de pedagogía de la historia del MST para nuestra reflexión:
Los Sin Tierra se educan siendo del MST, lo que quiere decir, a través de algunas vivencias humanas fundamentales, cada una cargada de aprendizajes, conflictos y desafíos:
– la lucha, sus formas y trayectoria histórica;
– la organización colectiva, su modo y su mística;
– el trabajo, su reconquista y aquellas nuevas relaciones de producción;
– el reencuentro con la tierra, tierra de trabajo, de lucha, de raíz y de sentimiento.
– la vida en movimiento, origen y proyecto, histórico.
El que mueve a las personas es la necesidad. Lo que mantiene a las personas en movimiento son los objetivos, los principios y, principalmente, los valores, que alimentan y se cultivan en cada acción y son básicos en cualquier proceso educativo. Los sin tierra entraron en la lucha motivados por la necesidad de sobrevivir sin volverse «marginales». Después que pasan a tener esta necesidad mínimamente atendida se pueden acomodar o pasar a luchar solo por cuestiones corporativas. Serían diferentes si la pedagogía del movimiento fuera capaz de transformar sus viviencias educativas en valores, y en un modo de vida, producido y reproducido (recreado) en cada grupo de generación en generación.
La niñez y la juventud de los asentamientos ya viven o hasta nacen como herederos de las conquistas de dignidad. Pero no conseguirán mantener y reproducir estas conquistas, y tampoco honrarán el nombre propio Sin Tierra, si no heredan la identidad colectiva construida en el proceso de lucha: los valores y principios de los luchadores del pueblo. Solo que valores y principios no se heredan sin el cultivo consciente, sin la intencionalidad pedagógica de quien los produce o de quien los escoge heredar.
Hay una gran responsabilidad que pesa en los hombros de quien trabaja con la infancia y la juventud de los acampamentos y asentamientos de los Sin Tierra: la responsabilidad por el cultivo de esta identidad, ayudando para que los aprendices y los valores producidos en lucha no se pierdan, no se desvíen, ni se degraden. Trabajar con la infancia quiere decir trabajar también con los adultos. Esta es una herencia que no se pasa si no se sabe que se tiene. Hay muchos asentados que no se identifican más como Sin Tierra. Hay muchos niños asentados que no conocen o ya comenzaron a olvidar su propia historia. Por otro lado, en la sociedad hay muchas personas que igualmente sin tener una relación directa con la tierra esta diciendo: ¡todos somos Sin Tierra!. Esto nos debe hacer reflexionar y actuar…
¿Y por qué es importante que la niñez y la juventud herede la identidad Sin Tierra? Para que el MST no acabe? Por lo menos mientras no se logren sus objetivos. Pero principalmente por que en este nuestro tiempo de caos social y de degradación humana, los Sin Tierra proyectan una manera de ser humano que cuestiona al que está ahí, proyecta una postura no conformista frente al mundo, y los valores humanos que sostienen una lucha permanente por la vida, no de algunos, sino de todos. Cuando un niño dice con orgullo: soy Sin Tierra, o soy un Sin Tierrita del MST, más posibilidades tenemos de estar produciendo un nuevo eslabón en la corriente de la tradición de la historia de los luchadores del pueblo. Cuando crezca este niño podrá no ser del MST, e incluso podrá escoger no trabajar, o vivir en un asentamiento. Pero si fue «bien educado» ciertamente no escogerá dejar de lado los valores humanos que aprendió participando de esta historia.
Las personas se educan mucho más por las acciones que por las palabras. El MST forma a los Sin Tierra poniéndolos en acción permanente, e incluyendo en esta acción también el reflexionar sobre ella. Es para la acción que los Sin Tierra van aprendiendo que nada es imposible de cambiar, ni siquiera las personas, su manera, su postura, su modo de vida, sus valores.
¡Ser Movimiento es estar en movimiento! En el Movimiento las personas aprenden que el mundo y el ser humano estan para ser creados, y que el movimiento de la realidad, compuesto básicamente de relaciones que necesitan ser comprendidas, producidas o transformadas, debe ser el gran maestro de este hacer. Esta es una lección que necesita ser cultivada en todos los tiempos y espacios donde esté una familia Sin Tierra.
No hay cómo mantenerse como un luchador del pueblo sin una perspectiva histórica. Y esto exige dos dimensiones de formación muy importantes. La primera, que generalmente los Sin Tierra comienzan a aprender en el acampamento, es que su vida también es historia, y que ya están siendo sujetos de la historia. La segunda, del aprendizaje más complejo y demorado, es pasar a ver la realidad con una perspectiva histórica. Divisar cada acción o situación en un movimiento entre pasado, presente y futuro, y comprender las relaciones con otras acciones, otras situaciones, una totalidad mayor. Es este mirar que nos ayuda a valorizar, y al mismo tiempo relativizar cada derrota o cada victoria, manteniendo el horizonte utópico como referencia para continuar luchando. Cultivar la memoria de la lucha y conocer más profundamente la historia de la humanidad son aspectos fundamentales de lo que puede ser llamado pedagogía de la historia.
La mística es el alma de los luchadores del pueblo. Ella es la fuerza, la energía cotidiana, que tiene animada a la familia Sin Tierra a continuar en la lucha, ayudando cada persona a visualizar y mantener la utopía colectiva. La mística es aquel sentimiento materializado en símbolos, que nos hace sentir que no estamos solos, que son los lazos que nos unen a otros luchadores lo que nos dan más fuerza para proseguir en la construcción de un proyecto colectivo. En el MST la mística tiene una dimensión educativa muy importante: ayuda a los militantes más antiguos a cultivar los valores y la memoria simbólica que los mantiene en el camino; y a las nuevas generaciones o a cada Sin Tierra que entra en el Movimiento, ayuda en la disposición personal de entrar en el proceso y la vivencia de las acciones de forma más humana y plena, siendo una especie de ritual de acogida, que hace que las personas se sientan parte del Movimiento aun antes de conocer toda su dinámica. Cultivar la mística es parte fundamental de lo que entendemos por formación humana.
Vemos el mundo de acuerdo con el terreno que pisamos. Un sin tierra que se quede siempre afincado en su terreno tendrá una visión del mundo del tamaño de ese terreno, y ciertamente será una visión con cercas aún no derrumbadas en su cabeza. Este asentado no continuará siendo un Sin Tierra, porque esta identidad implica movimiento, y una visón real del mundo, en un proceso permanente de derrumbar cercas, de todos los tipos. ¿No es la misma cosa que se puede decir de un profesor que nunca sale de los límites de su escuela? Su visión del mundo tendrá paredes, las mismas que ciertamente aún no derrumbó de su concepción de escuela, aunque dicte clases bajo un árbol…
Cuanto más el MST comprende el tamaño y la complejidad de la lucha en que entró, más cree en la importancia de la formación humana, se da más cuenta de las diversas dimensiones que esto implica, y valoriza más la escuela, como un lugar donde esta formación también puede tener lugar, y los educadores, como personajes que pueden hacer mucha diferencia en el desenlace de su historia. La lucha por el derecho a la escuela comenzó prácticamente junto con la lucha por la tierra en el MST. Pero en el comienzo no se tenía muy claro el que una cosa podría tener que ver con la otra. En el comienzo, estudiar era visto como un derecho. Hoy es visto como un derecho y un deber. Sin Tierra que no estudia, sea en la escuela o en otro lugar, esta listo a perder la letra mayúscula de su nombre. Y escuela donde no se estudie, también no puede ser considerada una escuela del MST. Solo que estudiar también paso a tener un sentido cada vez más amplio, ya distante de aquello que pasa en muchas escuelas que conocemos…
La pedagogía del movimiento no cabe en la escuela, porque el movimiento de la formación humana no cabe en la escuela, pero la escuela cabe en la pedagogía del movimiento. Y cabe más aún cuando se dispone a retomar algunas de sus tareas de origen, y que tiene que ver con el cuidado pedagógico de las nuevas generaciones, de modo que ellas se desenvuelvan como seres humanos más plenos, más felices. Hace algún tiempo la escuela dejó de ser un lugar de formación humana. No es sobre eso que los profesores han discutido. Si la escuela se vuelve a preocupar con la formación humana, pasará a prestar más atención a los sujetos que la ocupan, y dialogando con ellos se darán cuenta de cómo puede ayudarlos, como personas, como sujetos sociales. También se dará cuenta de que necesita alterar en su lógica para que personajes como los Sin Tierra sientan la escuela como su «casa», su lugar de educación.
La escuela que ayuda más en la tarea de formación de los Sin Tierra es la que se abre al movimiento como sujeto educativo; que dice de si misma como institución ocultada sobre su propia lógica y va al encuentro de las vivencias educativas que acontecen fuera de ella, dialogando con sus sujetos, aprendiendo y enseñando junto con ellos. En otras palabras, se trata de una escuela que acepta entrar en el proceso, y ayuda a hacer la lectura de los asuntos que él va colocando en su movimiento. A veces serán los Sin Tierra quienes empujen a la escuela, otras veces será la escuela quien empuje de los Sin Tierra… Sin idealismos, refinamientos, fantasías, más con compromisos humanos comunes.
Lo que el MST espera de las escuelas es que ayuden especialmente en el cuidado pedagógico de la infancia Sin Tierra. Los niños nos recuerdan que estamos hablando de un movimiento que puede durar la vida entera. Cuidar de alguna cosa implica en tener intimidad, sentir de adentro, acoger, respetar, dar consejo, pulirse con ella. Es preciso cuidar de la identidad de la infancia Sin Tierra respetando la pedagogía del movimiento y las características y necesidades propias de este tiempo de vida, y garantizando la convivencia educativa con sus iguales. Los niños darán su propio mensaje cuando inventaron el nombre Sin Tierrita: queremos ser Sin Tierra, sin dejar de ser niños; pero no somos cualquier niño, somos Sin Tierritas, sin dueño, Sin Tierrita, con amor. Así es como ustedes nos deben cuidar…
En cada momento histórico hay tareas pedagógicas que se destacan como imprescindibles. En el momento actual la escuela no puede dejar de tener una intencionalidad específica en la formación de valores. Valores que se contrapongan a la degradación humana que predomina en nuestra sociedad. En el caso de las escuelas donde están los Sin Tierra son especialmente los valores de los luchadores del pueblo los que pueden ser reforzados. Valores como los siguientes: esperanza, solidaridad, confianza en sí mismo y en los otros, sensibilidad humana, indignación ante las injusticias, capacidad de soñar, coherencia, alegría de vivir y de luchar por la vida, compañerismo, compromiso con las causas del pueblo…
Para poner en práctica la pedagogía y propuesta de escuela que estamos discutiendo es preciso, más que todo, una actitud pedagógica de fondo, una forma de ser educador que comparte con los valores producidos en esta historia de formación humana que es la historia de los Sin Tierra, y que se abra al movimiento como principio educativo, también de sí mismo. Que cuide y se deje cuidar por el Movimiento, ayudando a hacer de la pedagogía de quien ocupa la tierra, un arte de labrar la vida y producir gente.
Roseli Salete Caldart
Sector Educativo del MST