Verdades y mentiras sobre seguridad alimentaria

Miércoles 21 de Marzo de 2012

Por Umberto Mazzei  

 Desde el 2008, como reflejo del aumento del hambre que causan los súbitos aumentos del precio de los alimentos, hay una polémica internacional sobre la seguridad alimentaria. Más realista sería hablar sobre soberanía alimentaria, pero el cartel de transnacionales en la distribución de alimentos no permite que ese término se mencione a nivel institucional.  Hace poco Raj Patel publicó un libro dramático con el título “Obesos y famélicos: los mercados, el poder y la batalla oculta por el sistema de alimentos del mundo.” (Stuffed and Starved: Markets, Power and the Hidden Battle for the World’s Food System).



Patel señala que “Hoy, cuando producimos mas alimentos que nunca, una persona de cada diez padece hambre. El hambre de 800 millones sucede al mismo tiempo que otra primicia histórica: que son superados en número por los mil millones de personas en este planeta que tienen exceso de peso”. Entre la ONU y la OMC La última polémica viene desde noviembre del 2011 con un informe del Relator de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter.

El documento señala cuatro puntos en que el Acuerdo sobre Agricultura de la OMC y la presente negociación de la Ronda Doha debieran ser compatibilizados con el derecho humano a una alimentación adecuada.  Los principios que sugiere el reporte Schutter son los siguientes: a) que los criterios para permitir ayudas (Caja Verde) acepten las políticas y programas para la seguridad alimentaria; b) evitar que el acumular y usar reservas se califique como medida distorsión del comercio; c) reformar el Acuerdo sobre Agricultura y otros de la OMC para que acepten la creación de reservas a nivel nacional, regional e internacional; d) permitir las juntas de comercialización y otros medios institucionales para asegurar el suministro de alimentos.   Schutter explica que “el entrelace entre alimentos, energía y finanzas, los cambios en la dinámica de la oferta y demanda global y la mayor consolidación [léase concentración, n.a.]  del sector agroalimentario son claves en elevar, hoy día, el precios de los alimentos.” Añade que esas condiciones no existían en los 1980 y 1990, cuando se creó el actual régimen de comercio agrícola.

 Que el objetivo ahora es promover sistemas nacionales de alimentación. Señala que una política agrícola y la seguridad alimentaria son inseparables en la mayoría de los países en desarrollo. Para lograr esa meta recomienda primero invertir en agricultura y apoyar a los pequeños agricultores, que en los países en desarrollo son unos 500 millones, que con sus familias suman 2 mil millones de personas; esas ayudas son limitadas por reglamentos de la OMC.

 En segundo lugar recomienda mejorar y proteger el ingreso de los pobres tanto rurales como urbanos; idem. Recomienda establecer y administrar reservas de alimentos. Idem. Por último recomienda evitar una dependencia del comercio internacional para asegurar la alimentación. ¡Wow! Sobre todo eso último desató la ira del Director de la OMC, Pascal Lamy. El 14 de diciembre el Sr. Pascal Lamy le responde “Los gobiernos tienen derecho soberano a seguir políticas para la seguridad alimentaria dentro de sus obligaciones internacionales” y menciona al Acuerdo sobre Agricultura; entonces no es soberano… Es típico en los altos funcionarios internacionales que sirven intereses especiales el incluir lo contrario como prueba de sus afirmaciones.

Luego truena: “Estoy en desacuerdo fundamental con su afirmación de que los países tienen que limitar la dependencia del comercio internacional para lograr objetivos de seguridad alimentaria. Por el contrario, existe acuerdo entre la mayoría de los expertos de la ONU en que el comercio internacional es parte de las soluciones para lograr la seguridad alimentaria”.  Añade Lamy que el G-20 señaló, por ejemplo, que «el comercio es un componente esencial de cualquier estrategia de seguridad alimentaria» y que «las políticas que distorsionan la producción y el comercio de productos agrícolas impiden potencialmente el logro de la seguridad alimentaria a largo plazo». 

Otra muestra de lo que Orwell llamó “double talk”, doble lenguaje. Es cierto, las distorsiones en la producción y el comercio impiden la seguridad alimentaria, pero la mayor distorsión son los subsidios a la producción y exportación agrícola de Estados Unidos y la Unión Europea y miembros eminentes del G-20. Un asunto que Lamy pasa por alto pero que arruina a productores agrícolas en los países en desarrollo y que, en medio de retórica leguleya, al final son distorsiones autorizadas en la OMC.  Lamy atribuye la crisis de precios a  “Un apoyo altamente distorsivo, el uso de subsidios a la exportación y a medidas impredecibles restringiendo importaciones o exportaciones”.

Esas fuentes de distorsión siempre han estado allí, lo notable es que no menciona la especulación en futuros y la fijación cartelizada de precios. Por lo que sabemos, la distorsión de los apoyos y subsidios a la exportación no suben precios sino que los bajan a nivel de dumping.  Su comentario más insidioso es sobre las restricciones a la exportación, que sirven para asegurar el alimento nacional y evitar la especulación.

Dice Lamy: “Me sorprende la casi ausencia de referencia en su reporte a reglas aplicables a prohibiciones y restricciones a la exportación de alimentos. Es un asunto complejo y controversial, pero hay amplio consenso en que esas medidas… tienen una influencia significativa en la seguridad alimentaria.” Es notable que desde la última Conferencia Ministerial de la OMC, tanto Lamy como su entorno hable de haber “amplio consenso”. Consenso quiere decir que nadie se opone, no lo hay si alguien se opone; el consenso existe o no existe. Para colmo, sobre ese asunto hay oposición; se destacan Argentina, Bolivia, China, India, Sur África, Rusia y Fiji en lo que sería un “amplio desacuerdo”, porque entre ellos abrigan la mayor población agrícola del mundo.   Citamos la notable de la repuesta de Schutter a Lamy sobre el comercio: “Eso parece Seguridad Alimentaria en el papel, pero es un enfoque que ha fracasado espectacularmente. La realidad en el terreno es que la población vulnerable ha sido consignada al hambre y la pobreza endémica.”

 Luego añade “En el largo plazo, a los países pobres que son importadores netos de alimentos no se les ayuda alimentándolos. Se les ayuda haciéndolos capaces de alimentarse ellos mismos. Este es el consenso mundial después de la crisis global por el precio de los alimentos que hasta el mismo G-20 ha reconocido. Es decepcionante que la OMC continúe peleando las batallas del pasado”. Historia para el futuro En el libro de Patel también se habla de «la podredumbre en el centro del sistema alimentario moderno». El libro es una crónica que los políticos y los diplomáticos del comercio debieran leer. Muestra como el patrón de poder y desigualdad se extiende y viene matando de hambre desde el genocidio en Irlanda hasta ahora, y no sólo en África o la India, sino en los Estados Unidos y con la crisis causada por los bancos también en Europa. 

 El libro cuenta lo que pasa cuando los alimentos y la tierra son vistos sólo como mercancías, por un sistema global movido por la codicia y con el mayor lucro como único objetivo. El  relato más perverso es lo sucedido en Irlanda, entre 1845 y 1850, bajo la ocupación inglesa (ver www.irishholocaust.org). El genocidio cometido en Irlanda muestra lo nefasto que puede suceder cuando se elimina el control a la exportación de alimentos.  La peste del Tizón de la papa, «Phytophthora infestans», se extendió de América a Europa en 1844.

Llegó a Inglaterra y luego a Irlanda, en 1845, pero no causó la hambruna en otro lugar. La peste sólo afectó la papa y no a las otras cosechas de Irlanda, un país que tuvo siempre una gran producción agrícola. En Irlanda no se murió de hambre por falta de patatas, sino por falta de comida. Los soldados ingleses de ocupación y su policía se llevaban los alimentos a punta de fusil para cumplir con los negocios de exportación de sus patrones.  Thomas Gallagher señala en “Paddy’s Lament” (Lamento de Paddy), que durante el primer invierno de hambre, 1846-47, murieron de hambre unos 400.000 campesinos irlandeses, pero se exportaron 17 millones de libras esterlinas en granos, ganado, cerdos, harina, huevos y aves de corral; alimentos que hubiesen evitado esas muertes. A lo largo de la hambruna, señala Gallagher, había abundantes alimentos producidos en Irlanda, pero que eran  exportados al extranjero.

Todos los días salían de 40 a 70 cargamentos, retirados con la fuerza por 12.000 agentes de policía británicos y unos 100 mil soldados británicos reforzados por la milicia británica, acorazados, buques especiales, y la Guardia Costera, que impedía que pescadores pidieran comida a los barcos. Esas afirmaciones y otras por el estilo las confirma la autora inglesa Cecil Woodham-Smith en “ The Great Hunger” (El Gran Hambre”).  

 El célebre G.B. Shaw escribió, cincuenta años más tarde,  en su pieza “Man and Superman” (Hombre y Superhombre): «Malone:» Mi padre murió de hambre en Irlanda en el ’47 Negro. ¿Tal vez usted ha oído hablar de él? Violeta: ¿La hambruna? Malone: (con ardiente pasión) «No, matado de inanición, cuando un país está lleno de alimentos y se exportan, no puede haber hambruna. Otra irlandesa conocida, Jane Wilde, la madre de Oscar Wilde, escribió doloridos versos en “El Año de la Hambruna”, he aquí un fragmento: Hombres cansados, ¿qué recogéis? «El maíz de oro para el extranjero.»¿Y que sembráis? «Cadáveres humanos que esperan al Vengador»Formas desvanecidas, golpeadas por el hambre, que veis en el horizonte?»Barcos majestuosos para llevarse nuestra comida mientras se burla el extranjero.»

Hay un despliegue de orgullosos soldados, ¿qué cosa guardan alrededor de tu puerta?»Cuidan los graneros de los amos de las manos delgadas de los pobres».Madres pálidas, ¿por que lloráis? «Quisiera Dios que fuésemos muertas.Nuestros hijos se desmayan ante nosotros, y no podemos darles pan! » La población de Irlanda según el censo de 1841 era de 9.897.449, por lo que se puede pensar que en 1845 estaría entorno a los 11 millones. Según el censo de 1851, la población se había reducido a 6,552,385. Cerca de un millón faltaba porque emigró y muchas veces para perecer, el resto del faltante murió de hambre y fue enterrado en fosas comunes. 

Hay algo aquí para recordar cuando los ingleses o sus descendientes ideológicos nos hablen de dejar que sea el comercio, el mercado o las transnacionales quienes nos alimenten. – Umberto Mazzei es doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia. Es Director del Instituto de Relaciones Económicas Internacionales en Ginebra. http://www.ventanaglobal.info

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