16 de abril de 2015
Colectivo de Comunicación de la CLOC – Vía Campesina
Queremos construir un socialismo revitalizado, donde desaparezca la diferencia de género.
Hace muchos años, la campesina chilena Francisca Rodríguez producía flores en su ciudad natal. Como veremos a continuación, con el proceso de lucha de su pueblo pasó a «producir organizaciones».
Militante de la Coordinación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (CONAMURI), Francisca Rodríguez fue parte de la lucha conocida como «Campaña Continental 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular», entre los años de 1989-1992, con la finalidad de hacerle frente a las conmemoraciones que pretendían celebrar los cinco siglos de la llegada de los europeos al continente latinoamericano.
El resultado de estas luchas no sólo permitió abrir una trinchera de resistencia, sino que acabó siendo un laboratorio que culminó en la creación de la Coordinación Latinoamericana de Organizaciones del Campo (Cloc) en 1994 y posteriormente Vía Campesina, organizaciones que congregan diversos movimientos sociales del campo en todo el mundo.
Presente en el Sexto Congreso Continental de la Cloc, que se desarrolla en la ciudad de Buenos Aires, Argentina entre el 10 y el 17 de abril, Francisca Rodríguez dice que posiblemente este año será su último congreso, pues aunque pretende estar presente en el próximo «creo que en este magnífico congreso será mi despedida de 100% activista». «Seguiré siendo una activista dentro de mi territorio, entregándome ahí como me entregué a América Latina».
En la siguiente entrevista, Francisca debate el papel de la campesina latinoamericana en un proceso de transformación radical de la sociedad y afirma que «cuando decimos ´sin feminismo no hay socialismo´ es porque queremos construir un socialismo revitalizado, donde la diferencia entre los géneros desaparece y donde podemos construir ese sueño de futuro que sea irreversible, que tengamos una fortaleza tan grande que el capital no pueda derribar»
¿Cuáles son las expectativas y los objetivos de esta asamblea?
El debate de las mujeres no puede estar limitado a nosotras mismas, es necesario que sea un debate de la Cloc y de toda la Vía Campesina, en el que todos tengan mucho para decir y contribuir.
Este es un proceso que requiere una construcción muy larga y no vamos a lograr construir una solución mañana. Llegó la hora de que los campesinos y las campesinas también teoricen en alguna medida.
Por lo tanto, la aproximación y el trabajo político que estamos haciendo avanzan junto con la formación, hay una pedagogía en todo el debate que nos muestra que la discusión de la mujer es una discusión política, un ejercicio pleno de política.
¿Y cuál sería el debate de las mujeres?
Luchamos al calor de las luchas levantadas por la Cloc. Hemos construido una propuesta y un manifiesto de las mujeres del campo que habla de nuestras demandas y de nuestros sueños, que son: mejorar las condiciones de las mujeres y del conjunto de la sociedad.
Particularmente: mejorar la situación de las mujeres del campo y de las mujeres indígenas, porque el modelo del agronegocio y de la minería está arrasando con todas nuestras tierras, territorios y recursos naturales.
Esa riqueza, que pertenece al pueblo y a toda la humanidad, está siendo violentamente arrasada por el capital. El capital destruye nuestros bienes, nuestros recursos, nuestros sueños, nuestra esperanza y nuestra alegría.
Lo que estamos haciendo es rescatar la esperanza. Cuando hay esperanza hay sueños que se pueden alcanzar. Por eso decimos que tenemos que globalizar la esperanza.
Nuestra propuesta es aproximar la construcción de una sociedad feminista de una sociedad socialista, que tengan una identidad de los sectores campesinos e indígenas y que sea portador de nuestra visión de futuro para el desarrollo de la sociedad.
Una sociedad con gente participando con igualdad de derechos y construyendo el futuro. Creo que es un desafío muy grande, pero no vamos a hacer eso solas. Por eso, necesitamos discutir también con mujeres de otros sectores, como las trabajadoras de la ciudad.
Cuando decimos: «Sin feminismo no hay socialismo» es porque queremos construir un socialismo revitalizado, donde la diferencia entre los géneros desaparezcan y que podamos construir ese sueño de futuro que sea irreversible, que tengamos una fortaleza tan grande que el capital no podrá derrumbar.
¿Y cómo ve usted la construcción de esa nueva sociedad en relación a la convivencia con la tierra?
Hay una forma de producir, de transformar, de dar vida al campo, aprovechando lo mejor que se tiene del desarrollo tecnológico. Hay un desarrollo tecnológico que no queremos negar. Hay un avance de la ciencia que reconocemos, pero queremos una tecnología apropiada a nuestra forma de hacer agricultura y queremos una ciencia al servicio de la humanidad y no al servicio del capital.
Pero generalmente hemos generado y desarrollado nuestra propia tecnología. Estamos hablando de agricultura campesina, de agroecología, de nuestras prácticas de producción en los pueblos del campo, de los conocimientos ancestrales que han desarrollándose. Y para nosotros, en ese proceso, es indispensable que valoricemos el papel fundamental de la mujer en la producción.
Tenemos que tener conciencia de que si la tierra es un bien común, tenemos que preservarla como un bien común, compartida entre hombres y mujeres por eso, cuando hablamos de Reforma Agraria pensamos más allá de la propiedad de la tierra, más allá de la expropiación de la tierra.
Nosotros campesinos, no nos apoderamos de la tierra, sólo la resguardamos. Estamos reivindicando un derecho que es una tierra para trabajar, producir, romper con el error histórico de acumulación y lograr desarrollar una alimentación saludable para los pueblos.
Ese es un trabajo compartido, en comunidad, en familia, ese es el único oficio que te da una cultura de vida diferente, que implica valores que se perdieron, como la solidaridad el respeto y el cuidado. Son valores que están estrictamente ligados a nuestra cultura, que tiene relación con nuestros lazos con la tierra.
Cuando luchamos por la tierra, por la soberanía alimentaria, por el agua y por la defensa de nuestros territorios como espacio central para la vida de nuestras comunidades, afirmamos que los conflictos son territoriales y sociales, defendemos el territorio en toda su magnitud.
¿Por qué hay una particularidad de la lucha de las mujeres contra el agronegocio?
Vivimos en una sociedad patrircal y por eso hay una cultura machista. La dominación de los pueblos parte de la existencia de una sector de la sociedad que tiene más poder que los otros. Y eso genera culturas de poder, por más que sean construidas socialmente.
Cuando hablamos de crear una feminismo, también hablamos de crear una cultura de la mujer, que tenga una visión rumbo al socialismo. Tal vez algún día no tengamos que hablar más sobre machismo, ni socialismo, sino de una situación que sólo va a suceder cuando alcacemos una sociedad igualitaria.
Necesitamos también poner atención en cuál concepto de igualdad estamos colocando. Pero ya existen elementos importantes que nos deja el feminismo histórico. Valorizamos la raíz del feminismo. Cuando nos levantamos somos fuertes, somos un poder, ya que somos la mitad de la humanidad.
Pero cuando construimos un movimiento feminista, una propuesta frente a tanta discriminación, tanta opresión y tanta desigualdad, muchas veces acabamos demonizando y volviendo la lucha una confrontación contra hombres y no contra reglas capitalistas que siguen imperando y que generaron esa diferencia entre hombres y mujeres.
Tenemos que abordar ese debate a partir de una identidad de clase y observarnos en cuanto clase para poder caminar como iguales y construir esa sociedad nueva. Una sociedad con justicia y solidaridad, donde el desarrollo del ser humano sea el centro.
¿Y cuál es el mayor obstáculo en el momento actual?
Tenemos un capitalismo salvaje, depredador e irracional. La acumulación se transformó en un vicio. Tenemos que protegernos de todas las tentativas divisionistas que el capital utiliza y que tienen mucho peso con campañas para destruir nuestra conciencia y crear una pérdida de identidad.
Los trabajadores, que históricamente lucharon por conquistas de derechos, están sufriendo pérdidas cada vez más constantes.
Tenemos que saber que el capitalismo es una fuerza potente, pero no invencible. Tenemos fuerza, razón y capacidad, lo que falta es un proceso de unidad verdadero para construir un grande proyecto popular que nos permita dejar claro para dónde queremos caminar. Y queremos contribuir a partir de nuestra condición de mujeres que, actualmente, están impedidas de ejercer plenamente sus derechos. Es preciso que se entienda que no hay cambios en la sociedad, si no hay transformación de nuestra cultura.
¿Qué avances hemos tenido en relación al debate sobre las mujeres después de los congresos anteriores?
Creo que nuestros procesos tuvieron un crecimiento. No sin problemas, porque tampoco podemos ignorar que tenemos problemas. Somos un movimiento nuevo. Somos jóvenes, tenemos 21 años. Pero fuimos capaces de recorrer a un proceso histórico y a la experiencia de procesos santiguos e incorporamos también nuevos procesos.
Creo que en estos 21 años hemos avanzado al identificar los problemas centrales que tenemos que enfrentar.
Vivimos en tiempos de contrarreforma agraria, en un proceso de destrucción de la naturaleza, destrucción de la capacidad de organización, de movilizarnos con represiones brutales de criminalización de nuestras luchas sociales. Pero nos hemos movilizado, derribando barrera por barrera para continuar avanzado.
Seguimos con nuestras banderas por la unidad, por la lucha, por la dignidad de nuestros pueblos, por la tierra, por la soberanía alimentaria, en la defensa del agua y en contra del ataque que implica ese sistema de producción y de consumo.
Estamos mostrándole al mundo una realidad para decir que es frente a esas banderas que tenemos que avanzar. Le hemos hecho propuestas al mundo, a la humanidad y propuestas que han tenido respuestas, por eso la soberanía alimentaria para nosotros es un principio, una causa de lucha y de defensa.
No es un camino fácil, pero es lo que nos da vitalidad, porque nos alimentamos de la lucha de los movimientos y de la fraternidad que aparece entre nosotros. Somos una gran familia mundial. Eso fue construido por la Vía Campesina, esa idea de una gran familia mundial que tiene objetivos de lucha en común y también la particularidad de cada lugar. Pero tenemos banderas y luchas comunes en todo el mundo y esos son elementos que nos hacen un movimiento poderoso.