El 11 de septiembre de 1973 se produjo un Golpe de Estado contra el proceso revolucionario chileno. Bombas, ametrallamientos, tanques, la muerte de Salvador Allende en la Casa de la Moneda, el inicio de una larga dictadura impuesta por Augusto Pinochet y las fuerzas armadas. Comenzó un período de muertes, torturas, desapariciones, persecuciones contra organizaciones, sindicatos, artistas, barrios populares, contra el proyecto de país que se llevaba adelante con la vía chilena al socialismo.
Lo ocurrido fue planificado por los grandes empresarios, terratenientes, cúpula eclesial, partidos de la oligarquía, y también y sobre todo por los Estados Unidos, que con ese Golpe de Estado dieron inicio a una serie de dictaduras cívico-militares en nuestro continente. El imperialismo movió los hilos en varios países con la Operación Cóndor, que articuló circuitos de muerte, tortura y desaparición en el cono sur de Nuestra América.
Se buscó de esa manera cortar de raíz con una de las revoluciones nacientes en nuestro continente, a la vez que dar pie a un modelo neoliberal de economía, política, cultura. Ambos propósitos estuvieron unidos, no se podía neoliberalizar Chile sin recurrir a una dictadura.
Ese modelo fue instaurándose en el continente durante los años y décadas siguientes, también, muchas veces, a través de dictaduras cívico-militares. Ante eso existió resistencia y movilización popular. El plan de neocolonización de los Estados Unidos se ejecutó sobre la muerte y el saqueo económico, Chile fue epicentro del inicio de esa historia que cumple 45 años y tiene una gran vigencia.
Vigencia porque luego de 45 años seguimos enfrentados a los Estados Unidos, las élites locales, las grandes corporaciones y terratenientes, los medios de comunicación concentrados, y el poder judicial. Han continuado con su política de Golpes de Estado, como lo muestran los casos recientes de Honduras, Paraguay, Brasil, ahora con otras herramientas, y como lo muestran los ataques contra Venezuela. En este último caso se han evidenciado maniobras similares a las que fueron ejecutadas contra la revolución chilena, como el caso del desabastecimiento programado para asfixiar a la población. Esa planificación es obra del imperialismo y sus fuerzas subordinadas en cada país.
Vigencia porque la experiencia de Chile nos convoca a pensar las vías actuales al socialismo, a repensar en base a esa inmensa historia cómo se puede dar pasos en proyectos transformadores en lo económico, político, social, organizativo, cultural. Salvador Allende, los trabajadores y trabajadoras, las barriadas, las organizaciones populares, cantores y cantoras, todo el bloque que gestó y encabezó la revolución chilena, todavía nos hablan, nos piden que continuemos por el camino que recorrieron, dejaron marcado.
A 45 años de su muerte lo recordamos con una de sus verdades: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Allende vive en las luchas del continente, los movimientos sociales, populares, feministas, ecológicos, en los procesos como el cubano, boliviano y venezolano que luchan por construir la sociedad necesaria y resisten a los ataques del imperialismo.
ALBA Movimientos
11 de septiembre de 2018.