Por Jaime Amorín
Este fin de semana, el 29 de mayo, se celebrará la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia, que podría convertirse en un hito histórico para una población que ha sufrido agresiones y violencia. Elecciones con grande posibilidad de que la izquierda gane en la primera vuelta.
Estamos a menos de cinco días de las elecciones, pero Colombia vive días tensos con dos grandes objetivos por cumplir: el primero es elegir al ex alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, histórico militante de la izquierda colombiana, que actualmente lidera todas las encuestas con el 41% de los votos, seguido, pero con gran desventaja en la disputa electoral, por el ex alcalde de Medellín, el derechista Federico Gutiérrez, con el 27%. Resaltamos el papel de Francia Márquez, mujer Negra, feminista, defensora de los derechos humanos que va a estar con Petro en la vicepresidencia.
Este clima de tensión nos permite decir que, más allá del objetivo central de ganar las elecciones, es necesario asegurar que el candidato que representa a la gran mayoría de la población llegue vivo a las elecciones para asegurar que por primera vez el pueblo colombiano pueda soñar con la paz y la soberanía en este continente
Colombia, un importante país de Sudamérica con más de 50 millones de habitantes, limita con varios países como Brasil, Venezuela, Ecuador y Perú. Está centrada en un espacio geográficamente importante en las disputas por el poder político, económico y militar. Es un país históricamente gobernado por conservadores de extrema derecha, entreguistas y totalmente sumisos a los intereses del imperio norteamericano.
En las últimas décadas, el pueblo colombiano ha vivido un proceso de permanente agresión y violencia por parte de grupos conservadores vinculados al narcotráfico, milicias y grupos paramilitares. Para la población, uno de los principales objetivos en la vida es sobrevivir en medio del estado de violencia implantado en los territorios del país. Colombia es ahora el país de Sudamérica con más bases estadounidenses instaladas en sus territorios.
Estas bases, siempre justificadas con el argumento de la lucha contra las guerrillas y el narcotráfico, tienen el verdadero objetivo de controlar y enfrentarse de forma agresiva y ostensible a toda Sudamérica. El deseo norteamericano es conspirar y crear un conflicto permanente, principalmente con Venezuela, pero con un ojo puesto en los movimientos de toda la Amazonía, cuyo intento de control es responsabilidad de los países sudamericanos que la componen. Esta forma de control militar es una amenaza permanente contra los gobiernos sudamericanos y los pueblos de la región.
Hace más de 50 años, los izquierdistas colombianos comenzaron a organizar grupos de resistencia armada. Las organizaciones guerrilleras que resistieron durante tantos años, como las FARC -Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-, el ELN – Ejército de Liberación Nacional, entre otros, organizaron como base política a la comunidad de campesinos, que a su vez vivían y viven aún hoy bajo la violencia promovida directamente por grupos paramilitares al servicio de la extrema derecha colombiana y grupos de milicianos al servicio de las empresas que controlan la mafia de la cocaína que distribuye la droga al mundo al servicio de gobiernos que someten a la población a una violencia extrema combinada con terribles condiciones de vida.
En el país, desde noviembre de 2016 han sido asesinados más de 1300 dirigentes y solamente en 2022 se han perpetrado 43 masacres; se reclama un fin de las violencias y muertes. En este tema concreto, Petro ha enviado un mensaje directo a la burguesía y a los narcotraficantes, que “quieren que un país se incline ante los que compran carbón, petróleo y cocaína”.
En estas elecciones está en juego la posibilidad de un gobierno de izquierdas, que rompa con la sumisión total al Estado norteamericano y sus oligarquías y construya con la sociedad un proceso basado en la democracia, la paz y la distribución de la renta.
En la región, Colombia podría asumir un papel importante en la articulación y las relaciones políticas regionales, potenciando la articulación entre los países sudamericanos. Por lo tanto, las elecciones colombianas podrían crear las condiciones para cambiar el escenario de la correlación de fuerzas políticas en América Latina.
Recordando, que el año pasado la izquierda ganó las elecciones en Perú; en Chile, donde está en proceso la construcción de una nueva constitución, con un congreso constituyente, elegido específicamente para esta función; las fuerzas progresistas ganaron las elecciones en Honduras; recuperaron el poder en Bolivia, después del golpe contra Evo Morales y Venezuela, Cuba y Nicaragua han resistido en los últimos años una agresiva embestida con boicots y conspiraciones, tratando de desgastar y derrotar a los gobiernos populares de estos países.
El posible triunfo en las elecciones colombianas y, en octubre, la victoria de Lula en Brasil, permiten ir reconstruyendo, paso a paso, una relación más soberana entre las distintas naciones latinas del continente. La región tendrá una nueva oportunidad de articularse y reconstruir instrumentos de articulación soberana y autónoma frente a los embates norteamericanos y de transformarse en una región con orgullo y soberanía en sus articulaciones y relaciones comerciales y políticas con otras naciones, incluso con los estadounidenses.
Si Petro gana las elecciones, el gobierno y el pueblo de Colombia tendrán por delante varios retos que serán decisivos para la reconstrucción de la nación: el primero es derrotar políticamente a la extrema derecha. No basta con derrotarlos en las urnas, habrá que derrotarlos ideológicamente, entre la población en las disputas de ideas. Esto ocurrirá en el día a día de la sociedad. Derrotarlos ideológicamente es necesario para evitar más violencia y para que la población pueda soñar con un país libre y soberano.
El segundo reto es desactivar los pilares de apoyo a la burguesía: los grupos paramilitares y milicianos, responsables de gran parte de la violencia que viene sufriendo la población. Tercero, construir con las organizaciones guerrilleras un proceso de paz consistente que incluya la integración política y económica de la población en las zonas liberadas, con una amplia reforma agraria, que garantice a las familias campesinas las condiciones para poder producir en la tierra y vivir con dignidad. Crear un proceso amplio con políticas públicas para garantizar la asistencia a las comunidades rurales, con alfabetización, salud, carreteras, transporte, electricidad e infraestructura para que la población pueda vivir con seguridad.
Finalmente, quizás uno de los mayores retos del nuevo gobierno colombiano es integrar a Colombia en los procesos de articulación política de la región que puedan garantizar la construcción de un proceso soberano y autónomo entre las naciones regionales. Es deconstruir el proceso histórico de sumisión a los intereses norteamericanos. Para nosotros, la tarea de esta semana estar vigilante al proceso, pero al mismo tiempo estar en sinergia para que las elecciones en Colombia se realicen de manera transparente y legítima y el pueblo pueda finalmente celebrar un gran logro histórico para luego reconstruir Colombia para el pueblo colombiano.
Foto: Colprensa