Paraguay: Conamuri: Solidaridad activa a través del intercambio de semillas campesinas

El 21 de julio, en el marco de la Escuela de Agroecología de Conamuri, que se desarrolla en Semilla Róga, colonia Santory (Repatriación, Caaguazú), se llevó a cabo la feria e intercambio de semillas nativas y criollas entre diferentes comités de producción de la zona y estudiantes de la Escuela.

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Alicia Amarilla, una de las coordinadoras generales de la Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas Conamuri, historió la lucha que se viene ejerciendo por el rescate y la defensa de las semillas, durante la mística de apertura:

“Empezamos casi 18 años atrás la lucha contra los agrotóxicos, contra el agronegocio, descubrimos que se puede sostener la soberanía alimentaria desde los pueblos indígenas y campesinos, permanecer en nuestros territorios y hacer frente a quienes nos fumigan hasta enfermarnos. Empezamos a soñar con una casa de las semillas, que son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. En una semilla cabe el origen de la vida, la memoria de cómo el ser humano desarrolló conocimiento sobre la agricultura con base en la observación de los fenómenos cíclicos. Estas semillas son nuestras, forman parte de nuestra identidad campesina e indígena, pero hoy hay empresas que quieren privatizarlas para después vendérnoslas.”

Prosiguió diciendo que: “Esto que hacemos de intercambiar semillas es un acto de rebeldía contra el sistema, transmite un mensaje claro de que el campesinado y los pueblos indígenas no se van a arrodillar ni entregar sin pelea este que es su legado a la humanidad. Un simple acto de solidaridad es una lucha política desde lo simbólico y lo material, somos rebeldes porque cuidamos y defendemos nuestras semillas ante las garras que nos las quieren arrebatar. Nosotras y nosotros demostramos tener poder cuando reproducimos las semillas y las donamos a nuestros vecinos y vecinas que trabajan la tierra y no tienen semillas para cultivar. Este espacio que constituye la Escuela de Agroecología, donde jóvenes de diferentes puntos del país vienen a aprender y a practicar, es un espacio de poder y contribuye a que la agricultura campesina no desaparezca, porque es eso lo que pretenden nuestros enemigos de traje y corbata que no conocen de callos que se impregnan en las manos durante la jornada agraria. Sabemos nosotras y nosotros que si la juventud no le da la debida importancia a su cultura van a desaparecer como colectivos tanto pueblos indígenas como campesinos. Y no queremos que eso ocurra. Con Silvino Talavera en la memoria y en el corazón, Conamuri empezó la lucha contra los agrotóxicos y por la soberanía alimentaria en Paraguay. Desde entonces estamos en guerra porque nos siguen intoxicando desde las avionetas y los tractores, y pretenden robarnos nuestros alimentos y la propia vida.”

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Por su parte, la compañera Ceferina Guerrero, una de las fundadoras históricas de Conamuri, vecina de la localidad Chacoré, manifestó: “Hace 18 años nos invitaron a una gran asamblea de mujeres en Asunción, nos sumamos de Repatriación 5 compañeras, de las cuales solo quedo yo. La idea era conformar una organización de mujeres campesinas e indígenas para defender sus derechos. Nos juntamos las mujeres a discutir y pensar durante tres días por qué nosotras teníamos que soportar tantas injusticias. Dijimos desde un principio que no queríamos estar delante ni detrás de los hombres, sino caminar al lado de ellos. Menos de un año después de eso, tuvimos el primer Congreso Nacional donde se fundó la Conamuri. Como una semilla que se esparce en la tierra a través de sus raíces, Conamuri creció en muchos departamentos de ambos lados del río Paraguay. De ese tiempo acá, muchas cosas han cambiado. Nuestros esposos y compañeros comenzaron a escucharnos hablar de derechos y responsabilidades porque las mujeres nos estábamos organizando. Hoy en mi comunidad ya no se puede vivir tranquilos como antes, al menos el 60 % del territorio está siendo ocupado por el cultivo de soja y nos toca defendernos como podamos. Igual yo soy feliz en mi tierra, aquí me he de morir algún día. Muchos hombres y mujeres se han ido al extranjero en busca de pan para sus hijos, otros alquilan o venden sus tierras. Las abuelas nos quedamos a cuidar de los nietos. Esta situación nos lleva a la muerte en vida, a la miseria, y es una de las preocupaciones de Conamuri. Pero nos alegra ver esas mesas cargadas de semillas, son conquistas de las mujeres organizadas, son esperanza al igual que la juventud que está aquí presente. Mi universidad es la organización, no tengo estudios académicos, pero tengo en mi mente mucho que compartir con ustedes. Lleven a plantar y a multiplicar las semillas a sus chacras, el año que viene ya tendrán más de un kilo. Hoy son millones de familias campesinas en el mundo que no cuentan con semillas para alimentarse, dependen del almacén y del supermercado, nosotras aquí seguimos teniendo estas riquezas.”

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Finalmente, la lideresa de Conamuri, Beatriz Rivarola, indígena Ava Guaraní del distrito de Jasy Kañy (Canindeyú), expresó que conoció la organización a través de una invitación que le hicieran hace 18 años. En ese tiempo, dijo, las campesinas ya tenían un camino andado, ya venían de un proceso de discusión de varias situaciones e inquietudes propias del sector, como ser la violencia y el derecho a la alimentación. “De pronto yo también comencé a razonar y a entender muchas cosas, ya entendía de qué se hablaba en las reuniones y fui animándome de a poco a ser parte de esta historia. Soporté mucha discriminación en un principio, cosa que ahora ya no siento. Sufrí mucho, incluso la expulsión de mi propia tierra; anduvimos varios meses en las plazas de Asunción hasta que nos asignaron un territorio que hoy es la comunidad Tekojoja de Jasy Kañy. En Conamuri se nos dijo que lo importante era unirnos para alcanzar un país mejor desde la lucha de las mujeres. Nos capacitábamos para estar a la altura de los desafíos, para abrir los ojos y fortalecer la organización. Hace diez años de eso, y nuestra comunidad sigue creciendo. Hay que organizar primero nuestra casa, después nuestra comunidad y por último nuestro país. Y para defender nuestro país tenemos que estar unidos y ser muchos más, porque solos y aislados no vamos a lograr mucho. Hoy puedo decir con mucha satisfacción que gracias a la organización no tengo miedo de nada, cultivamos sin veneno nuestros alimentos y trabajamos la tierra en forma comunitaria. Ese es el mayor ejemplo para nuestros hijos y nuestros nietos.”

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