Chile: Declaración sobre la Biodiversidad para el Sustento Alianza para la Soberanía Alimentaria

5 de mayo de 2014

4confsobalim.jpgNosotros, campesinas y campesinos, pescadoras y pescadores artesanales, pastoras y pastores, recolectoras y recolectores, indígenas, mujeres y jóvenes y otras organizaciones de la sociedad civil de todo América Latina y el Caribe denunciamos la apropiación de nuestros sistemas alimentarios y de subsistencia por parte de un sistema corporativo, que con la complicidad de gobiernos y organismos internacionales, busca convertir los alimentos en mercancías y especular con ellos, para obtener cuantiosas ganancias.

Los sistemas industriales de producción agrícola, ganaderos y pesqueros, junto con el avance de mega proyectos extractivos, de infraestructura y turísticos, están llevando a la humanidad a un callejón sin salida, que se caracteriza por la destrucción de los ecosistemas naturales, de los conocimientos tradicionales, la forma de vida campesina y la biodiversidad.

Esta situación requiere de una acción urgente de parte de gobiernos y organismos internacionales, que vaya más allá de tibias declaraciones y aborde los problemas de fondo y las causas centrales. Requiere además que las comunidades tomen en sus manos la defensa irrestricta de sus sistemas de producción autónoma y soberana.

Se trata de una guerra contra los pueblos que desde el comienzo de los tiempos han subsistido y alimentado a la humanidad, para apropiarse de sus territorios, sus semillas, sus conocimientos y su biodiversidad que ya ha demostrado sus nefastas consecuencias.

A lo largo del Siglo XX y lo que va del Siglo XXI se ha producido la mayor destrucción de la biodiversidad agrícola construida a lo largo de 12 mil años de agricultura, con una pérdida del 75% de ella. La agricultura industrial es la principal responsable, según las cifras de la FAO. Desde los comienzos de la agricultura se han cultivado o recogido más de 7.000 especies de plantas para la obtención de alimentos, muchas de ellas, con miles de variedades, que han sido recreadas en el diálogo de los seres humanos con la naturaleza.

En la actualidad únicamente 30 cultivos proporcionan el 95% de los alimentos del ser humano, y tan sólo cuatro de ellos – el arroz, el trigo, el maíz y las patatas – suministran más del 60 %.

La ganadería campesina y familiar ha realizado una contribución de más o menos 4.500 razas a partir de 40 o más especies animales y desarrolladas durante los últimos 12.000 años. Seis razas de animales por mes están desapareciendo. Estas razas representan al conjunto remanente de diversidad genética animal, que debería suplir las demandas alimentarias futuras. Informaciones recientes sugieren que el 30% de las razas del mundo están en peligro de extinción. La causa principal es el avance brutal de sistemas de producción industrial que se basa en apenas tres especies (vacas, cerdos, gallinas) y que ocupan territorios, contaminan el ambiente, generan nuevas enfermedades, amenazan a razas criollas y a los seres humanos.

La inmensa diversidad acuática en mares y ríos, es el principal sustento para la pesca artesanal. Por miles de años está produciendo alimentos para los pueblos de manera sustentable, y se encuentra seriamente amenazada por el avance de sistemas industriales de pesca que han arrasado con la diversidad acuática. Hoy el panorama nos muestra que más del 50 % de las poblaciones marinas mundiales están completamente explotadas, un 17 % sobreexplotadas y un 8% agotadas debido al uso abusivo. La producción de las pesquerías de aguas continentales se ve a menudo afectada por la pesca intensiva pero también, y es más importante, por el efecto de la degradación ambiental y la modificación de las cuencas fluviales, que afectan a la capacidad de la producción pesquera y a la biodiversidad.

Finalmente los bosques, ríos, selvas, montes, praderas y otros ecosistemas naturales – que dan sustento a miles de comunidades de pueblos indígenas, recolectores y campesinos en el mundo – están sufriendo un severo ataque por el avance del modelo descrito. Cada año se pierden 13 millones de hectáreas de bosques, principalmente por su conversión a otros usos de la tierra.

Toda esta destrucción se haya profundamente vinculada y está relacionada con un sistema productivo que ha perdido el rumbo.

Este sistema se caracteriza por:

– La mercantilización de los bienes naturales, la expansión de los monocultivos, el uso de semillas híbridas y transgénicas y la aplicación consiguiente de agrotóxicos.

– Una concentración corporativa sin precedentes que hace que en la actualidad la mayor parte de los diferentes nichos de mercado esté controlado por un puñado de corporaciones.

– La utilización de tecnologías peligrosas como el uso de agrotóxicos, de semillas transgénicas, y de la agricultura de precisión, que tienen como objetivo el control corporativo del sistema agroalimentario. A ello se suma el peligro de adopción de nuevas tecnologías como las semillas Terminator, los nuevos cultivos transgénicos resistentes a herbicidas altamente peligrosos, la biología sintética y otras.

– La aplicación de los derechos de propiedad intelectual sobre la vida (patentes, derechos de obtentor y otros) y las normas que obligan a registrar y certificar semillas y la producción agroecológica, como mecanismos para la monopolización de la agricultura, las semillas, y la vida en general. En este terreno el impulso de Leyes de Semillas a partir de UPOV 91, ha adquirido en estos últimos años una virulencia inusitada en todo el Continente.

– El impulso de mecanismos de mercado como la «Economía Verde» se están imponiendo desde las esferas internacionales y nacionales, que propagandizan falsas soluciones a la crisis alimentaria.

– La homogeinización de la producción como paradigma productivo, social y cultural. Esta homogeinización privilegia el consumo de bienes materiales uniformes a nivel global y está llevando adelante una profunda destrucción de la diversidad de culturas que la humanidad ha desarrollado por miles de años.

– La contaminación producida por los sistemas productivos agroindustriales e industriales, que no asumen ninguna responsabilidad sobre los impactos que provocan.

– La deslocalización de los sistemas productivos y de las comunidades como mecanismo para el control empresarial.

– La apropiación de conocimientos, territorios, culturas para su mercantilización y comercialización.

– El desplazamiento de millones de personas en todo el mundo hacia las grandes urbes para convertirlas en meras consumidoras pasivos y sin raíces.

– La acumulación por despojo para ocupar, por cualquier medio, los territorios de los pueblos y convertirlos en espacios de saqueo.

– La especulación financiera como mecanismo para colocar a todos los bienes en el mercado y maximizar ganancias corporativas.

– La utilización de las crisis climática, energética, de biodiversidad, alimenticia y ambiental, para la creación de nuevos negocios y nuevos mecanismos de despojo.

-Desvalorización e invisibilización de los modos de producción de los conocimientos a nivel de las comunidades.

Nosotros decimos ¡BASTA! y exigimos que se ponga fin a este proceso de exterminio de la naturaleza y de nuestros sistemas de vida. Exigimos incorporar a los diagnósticos técnicos, un análisis político que ponga nombre y apellido a los responsables de este crimen y que se establezcan los pasos a seguir para juzgar a los responsables, detener su accionar y restablecer sistemas productivos sustentables, que estén en manos de las comunidades.

Como mínimo un plan de acción para la Diversidad para el Sustento debería contener los siguientes aspectos:

– Desmantelar el poder corporativo que sustenta a los sistemas productivos industriales, que están destruyendo nuestros sistemas de vida, como única posibilidad de supervivencia de la humanidad.

– La eliminación completa de todos los mecanismos de derechos de propiedad intelectual y de las leyes de semillas «Monsanto» que se están impulsando en casi todos los países de la región para avanzar con el proceso de apropiación de la vida y de los conocimientos de los pueblos, liquidar la agricultura campesina y expandir la agricultura industrial.

– La prohibición de todos los desarrollos tecnológicos que amenazan a los sistemas naturales, agrícolas y acuáticos y a la producción soberana de alimentos.

– La declaración de América Latina como un Territorio Libre de Transgénicos, la restauración integral de los ecosistemas ya afectados por estas tecnologías, la identificación de los responsables de su adopción y la puesta en marcha de las medidas necesarias para concretar esta decisión.

-La prohibición y retiro del mercado de los agrotóxicos, comenzando por los plaguicidas extremadamente peligrosos, para caminar hacia una transición agroecológica.

– El desmantelamiento de todos los mecanismos de especulación financiera con los alimentos, en aplicación del Derecho Humano a la Alimentación como un Derecho Humano Básico, que no puede estar sujeto a mecanismos de mercado.

– El establecimiento de políticas públicas basadas en la Soberanía Alimentaria a partir de la participación de las comunidades locales y el respeto a la diversidad cultural, social y ecológica.

– La puesta en marcha de una profunda Reforma Agraria Integral y Popular que devuelva la tierra a quienes producen alimentos, así como el reconocimiento del derecho al agua como un derecho humano fundamental.

– El reconocimiento del derecho de los pueblos de pescadores artesanales y recolectores a los territorios acuáticos, su cultura y la diversidad acuáticas como base para la continuidad de su sustento.

-La implementación de políticas públicas de apoyo de la producción agroecológica incluyendo el establecimiento y fortalecimiento de mercados locales.

– La defensa de las Semillas como Patrimonio de los Pueblos al Servicio de la Humanidad y de toda la diversidad animal y acuática como base fundamental del sustento de nuestras futuras generaciones.

Al mismo tiempo nosotros, las organizaciones aquí presentes, nos comprometemos a seguir produciendo alimentos para la humanidad como los hemos venido haciendo desde los comienzos de la historia y como lo seguimos haciendo hoy, cuando con apenas un 24 % de las tierra, producimos el 70% de los alimentos que alimentan a toda la humanidad.

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