Viernes 27 de Julio de 2012
La Bienvenida y entrega de nuestros bienes naturales a las transnacionales es una gran contradicción con otros principios enunciados desde el gobierno nacional, como la protección del trabajo, los DDHH y el fortalecimiento de la democracia.
El actual escenario de crisis estructural global, pone en jaque la reproducción del capital y así todo el paradigma de “desarrollo” y “pacificación” hegemónico; ese escenario de crisis es consecuencia natural del capitalismo, dominado por el capital financiero transnacional, en el marco de una ofensiva imperialista, conducida desde EEUU. Los grandes bancos y las empresas transnacionales son la expresión más acabada de este proceso, y su estrategia apunta a profundizar la explotación de los trabajadores y a crear nuevas mercancías a partir de la tierra, los bienes naturales y las funciones de la naturaleza, proceso que ahora denominan «Economía verde”.
La desaceleración de las economías comienza a repercutir también en nuestra región, un crecimiento menos acelerado, amenaza el esquema de redistribución de ingresos, los recursos de los planes sociales y vuelve el riesgo de pérdidas de puestos de trabajo.
¿Cómo afrontar este momento? ¿Repitiendo la historia, apostando a las “inversiones” transnacionales y continuando la histórica matriz extractiva o confiar en nuestras fuerzas sociales y productivas y pensar en un modelo cuyos sujetos sean los trabajadores, campesinos, indígenas, cooperativistas, cuentapropistas, pequeños y medianos empresarios argentinos?.
¿Cuál es la gran ventaja del modelo de agricultura industrial que impusieron las transnacionales? Ya es evidente, que lo que aporta este modelo agrario es una gran capacidad de valorizar el capital, una gran rentabilidad. Pero esa rentabilidad está basada principalmente en los negocios financieros, y en la disminución de los costos de producción a partir de reemplazar al trabajo humano y la dinámica biológica natural por agrotóxicos, maquinarias e importantes cuotas de energía a base de fertilizantes y combustibles fósiles.
Es decir más ganancias para agro-empresarios, bancos y transnacionales a cambio de menos trabajo rural, destrucción de la naturaleza, dependencia de agrotóxicos y combustibles, destrucción de suelos, destrucción de mercados locales, éxodo rural, pueblos fumigados, bosques destruidos, campesinos e indígenas desalojados y excluidos, alimentos contaminados, y la lista sigue….
Estas transnacionales son además las principales conspiradoras contra la democracia en la región; su mano aparece detrás del lock out agropecuario contra la resolución 125 del 2008 en Argentina, como también en las sombras en la media luna boliviana, tratando de destituir a Evo, y en Paraguay en el golpe a Lugo y la masacre de Curuguaty. Las transnacionales son una amenaza permanente para las democracias y los DDHH.
Monsanto, aquella que desarrolló y proveyó el agente naranja a EEUU para deforestar Vietnam y envenenar a millones de vietnamitas, el mismo que hoy se utiliza para desfoliar selvas colombianas desde aviones norteamericanos. Empresa que violó leyes en su propio país y en el mundo entero, para corromper y persuadir a funcionarios para lograr que se aprueben productos químicos y transgénicos sin cumplir con principios precautorios básicos.
Un conjunto de políticas de este gobierno basado en la integración latinoamericana, los derechos humanos y la defensa del empleo lograron avances sustanciales para el pueblo argentino, que sin duda repercutieron en nuestras comunidades, sin embargo es necesario avanzar en cambios estructurales que permitan que todos los argentinos tengamos trabajo genuino e ingresos dignos. La crisis puede ser amenaza u oportunidad. ¿Qué mejor escenario para desarrollar nuestro propio modelo de desarrollo que el escenario actual, en el cual el paradigma del capital está en crisis? ¿Pueden las mismas transnacionales que provocan las crisis ser los factores para resolverlas?
Si es que la derrota de la 125 marca un límite para el gobierno, no debe ser un límite para el pueblo: ¿Cómo explicamos que los “dueños” de la tierra y las transnacionales estén embolsando fortunas y en nuestros barrios y comunidades aún nos rodea la pobreza? ¿Cómo debemos leer en ese contexto estas caricias discursivas a Monsanto, Vale, Barrick? La mesa de enlace ve satisfecha cómo se reconoce su discurso y su modelo. El “yuyo” ya no es maldito, ahora es bendecido, y los ruralistas van por más, diciendo que aún quieren más ganancias.
La paradoja parece exagerada, cuando el gobierno insinúa premiar a los agro – saqueadores preparándoles una ley de patentes de semillas que legitime el robo y la apropiación genética. Las especies y variedades que han sido obtenidas por la selección de campesinas e indígenas durante 10 mil años, ahora serían de quien la patenta primero, o quien modifica 1 gen de los 40 mil que pueden caracterizar una planta.
Las semillas son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad y no una mercancía al servicio del capital.
Nosotros, tenemos claro que nuestra vida, nuestra posibilidad de vivir, trabajar y producir, se ve amenazada con cada paso que dan las transnacionales en nuestro territorio, y es por esto que vamos a combatirlas hasta nuestra última gota de aliento. Se trata de eso y de proteger también el sueño de muchos trabajadores de volver a la tierra, así como la posibilidad de que en las ciudades y barrios lleguen alimentos sanos y naturales, se trata de vidas, de millones de vidas que están en juego.
Por todo esto mantenemos con fuerza nuestra voz, nuestras luchas por la tierra, la democracia y la Soberanía Alimentaria, por el derecho al trabajo y a la alimentación de nuestros pueblos.
Fuera transnacionales de Argentina y América Latina! Ni un metro más!
Cristian Ferreyra presente!
Movimiento Nacional Campesino Indígena
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