Brasil: Entrevista de Joao Pedro para El Mundo

8 de julio de 2013

«La derecha intentó disputar el control de la calle»

Por Darío Pignotti, desde Brasilia

La derecha no piensa en otra cosa que impedir, como sea, la reelección de Dilma Rousseff (acaba de perder 21 puntos de popularidad) en los comicios de 2014, y a pesar de su espanto congénito ante la movilización popular, intenta hacer que se convierta en fuente de caos e ingobernabilidad. De todos modos es improbable que las oligarquías logren desvirtuar el sentido transformador de la revuelta en curso desde hace tres semanas, atizada por la bronca ante el derroche de la Copa de las Confederaciones.

Esta es la imperfecta síntesis de la entrevista, rica por su densidad analítica, concedida por Joao Pedro Stédile, líder (aunque él corrija a quien lo llame así) del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra.

–Hace un mes, Dilma estaba reelecta y después de 20 días de protestas esa hipótesis se desdibujó. ¿Qué debe hacer para retomar la popularidad perdida?

–La reelección de Dilma dependerá de las alianzas partidarias y sociales que hará de aquí en adelante, si continúa priorizando las alianzas de corte conservador, creo que la derecha podrá derrotarla con candidatos que se presentan aparentando ser lo nuevo, aunque no lo son. Creo que la reelección de Dilma sería más segura si ella escuchara la voz de las calles y promoviera los cambios sociales que se le reclaman. Si lo hace, el gobierno realizará una inflexión hacia la izquierda y consolidaría el apoyo popular para 2014. Frente a eso, las clases dominantes y sus portavoces aparecen en la televisión diariamente expresando su gran objetivo, desgastar al máximo al gobierno, debilitar las formas organizativas de la clase trabajadora, derrotar toda propuesta de cambio estructural y, todo para, finalmente, vencer en las elecciones y recomponer la hegemonía total en el comando del Estado, que ahora está en disputa. En las redes sociales controladas por la derecha he leído que algunos grupos más fascistas empiezan a ensayar el fuera Dilma y hacer correr un petitorio para el impeachment. También agitan el discurso contra la corrupción, que puede terminar volviéndose contra ellos, porque la burguesía brasileña, sus empresarios y sus políticos son los mayores corruptos y corruptores. ¿Usted sabe quién se apropió de los gastos exagerados de la Copa? La Red Globo y las empresas constructoras.

–¿La dirección del conflicto aún está en manos de la izquierda?

–La derecha intentó disputar el control del sentimiento de las calles para desgastar a Dilma. Al principio el gobierno de Dilma titubeó, pero creo que ahora está más activo. La derecha perdió esa apuesta y está asustada. Creo que en general la derecha sale perdiendo con el pueblo en las calles donde el protagonismo ha sido de las propuestas populares y progresistas. Y además creo que se va a avanzar ahora que la clase trabajadora anunció su entrada en las movilizaciones, con su propuesta de una plataforma de luchas que va a paralizar al país el 11 de julio.

–Surgen voces dentro del PT a favor del regreso de Lula, que según una encuesta tiene 46% de intenciones de voto, 16% más que Dilma. ¿Puede ocurrir el retorno en 2014?

–Lula ha repetido que no será candidato a nada, y yo creo que no lo será.

–Si la derecha sueña con el impeachment de Dilma, ¿qué repercusión tendría ese desenlace en los gobiernos progresistas de Argentina, Ecuador, Bolivia y Venezuela?

–Creo que ese escenario es imposible, no hay viabilidad política para que la derecha logre un impeachment de Dilma porque esto desencadenaría un proceso de intensas movilizaciones de masas que podría causar un efecto contrario al buscado por la derecha; es decir, el pedido de impeachment llevaría al gobierno de Dilma hacia posiciones más populares y de izquierda. Además considero que las movilizaciones son un factor que está ayudando a fortalecer el carácter popular de los proyectos que están en curso en los países que usted citó. En el fondo, las masas juveniles brasileñas criticaron en las calles el fracaso de esta política de conciliación de clases de la cual Brasil era un modelo. Era un formato de conciliación en el que aparentemente todos ganaban, pero en realidad el que más ganaba era el capital.

–Existe una comparación, tal vez snob, entre las manifestaciones brasileñas y los jóvenes que desataron levantamientos en el mundo árabe. ¿Qué opina sobre la tesis de que las redes sociales son la columna vertebral de un movimiento social que prescinde de partidos y líderes?

–Yo tampoco veo una relación entre las movilizaciones de la Primavera Arabe y las de Brasil. Primero porque en cada país del mundo árabe había características diferentes, en función de la composición de intereses de clase que se pusieron en funcionamiento. Creo que los casos más trágicos fueron la guerra impuesta por la OTAN en Libia y la masacre que ocurre ahora en Siria. Los pocos avances que hubo en Túnez y Egipto fueron para que se instalaran instituciones burguesas de la burguesía comercial árabe.

Acá en Brasil, en cambio, estamos ante un proceso encabezado por la juventud, resultante de una crisis urbana grave, de ausencia de participación política de la sociedad y de una crítica latente al modus operandi de los políticos de todos los partidos que resultó en la formación de una burocracia que se mueve por intereses propios y en una tecnocracia que existe dentro del gobierno de Dilma.

–El cardenal Claudio Hummes, amigo de Lula y del papa Francisco (llega en julio a Río), respaldó las protestas. ¿La Iglesia retoma posiciones progresistas tras amoldarse al conservadurismo de Joseph Ratzinger?

–La Iglesia Católica de Brasil siempre tuvo mucha sensibilidad social, y creo que el retroceso ideológico que hubo en estos años también fue consecuencia del reflujo del movimiento de masas en general además de que en la sociedad hubo una cierta hegemonía de falsos valores del neoliberalismo que priorizan el mercado, el individualismo y el consumismo. Con esa hegemonía ideológica en la sociedad, es lógico que se hayan fortalecido, dentro de la Iglesia, las visiones religiosas carismáticas, que apuestan todo en la salvación individual y en prácticas religiosas alienantes. Creo que con estas movilizaciones juveniles puede llevar un ascenso del movimiento de masas, y todo esto puede traer oxígeno a las prácticas de la Iglesia.

–La FIFA presionó para que el ejército se involucrara en la seguridad de la Copa, la prensa publicó que el ejército se reunió para analizar las manifestaciones. ¿Usted descarta que las fuerzas armadas sean convocadas para actuar en la seguridad interna?

–El riesgo de que eso pase siempre existe, porque lamentablemente aún hay muchos gobiernos provinciales, como los de San Pablo y Río de Janeiro, que son conservadores, y podrían solicitar el refuerzo militar. En Brasil las policías están bajo control de los gobiernos estaduales. Creo que esto causaría un desgaste institucional a los militares.

Las fuerzas armadas están para defender la soberanía nacional y no para reprimir al pueblo.

–La repulsa ante los gastos de la Copa crece, ¿existe algún margen para que Dilma decida no realizarla?

–Considero que esa posibilidad no existe porque el gobierno no quiere y no tiene fuerza para romper su contrato con la FIFA, después de todas las inversiones que se han realizado, y hasta porque el pueblo quiere que se haga la Copa en Brasil, y al mismo tiempo la gente quiere saber quién se quedó con tanto dinero y si hubo hechos de corrupción que se penalice a los culpables.

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