12 de mayo de 2016
ASOCIACION NACIONAL DE MUJERES RURALES E INDIGENAS, ANAMURI
Nos preocupa enormemente cómo van transcurriendo los días sin que podamos ver avances en las negociaciones para remediar una situación dramática que afecta principalmente a las y los trabajadores de la pesca artesanal, a las familias y a toda la cadena productiva que esa actividad laboral genera en el archipiélago de Chiloé.
El «desastre ambiental» que ahí se vive requiere de una respuesta nacional y todo parece indicar que se pretende convertir una situación tan claramente catastrófica en un problema más de los tantos que van apareciendo ante la «evolución de la sociedad.» Así, el mensaje es que los problemas causados por la acción expansionista del capital son un costo ineludible e imparable, por lo que no nos que más que resignarnos a que los desastres llegaron para quedarse.
Así con mucho asombro y rabia, escuchamos, los que aun no somos despojados de nuestra conciencia, declaraciones de autoridades, empresarios y profesionales que buscan presentar el fenómeno de la marea roja como un simple «fenómeno natural» asociado posiblemente al calentamiento global. De esta manera, se va evadiendo toda discusión seria acerca del innegable desastre ecológico provocado por la acuicultura desregulada en Chile, especialmente la salmonicultura.
Lo cierto es que las empresas del salmón han acumulado millones de dólares durante los últimos 30 años, en la carrera de «Chile Potencia Alimentaria». La salmonicultura constituía unos de los principales productos de exportación; paradojalmente esta misma exportación nos deja, como costo para el país, contaminadas las aguas y el fondo marino, arruinando la pesca y recolección artesanal del sur de Chile, con miles de trabajadoras y trabajadores cesantes víctimas de sistemas laborales indignos, injustos e ilegales. Las empresas han violado las regulaciones ambientales mínimas, vertiendo desechos de manera clandestina, alimentando los criaderos a destajo, utilizando antibióticos y otros químicos por sobre lo permitido y no invirtiendo lo necesario en la adecuada mantención de sus jaulas.
Hoy la salmonicultura está en el centro de un juicio público, ante los innegables perjuicios que las han llevado a provocar el más grande fenómeno de marea roja del que se tiene registro en el país. Sin embargo, ni autoridades, ni empresarios, ni profesionales mencionan a la acuicultura como fuente del problema y ponen todo el peso en «causas naturales,» evitando que la más mínima crítica toque a las empresas.
Para ello, se recurre a una justificación desde la «ciencia o lo científico» -como lo hizo el Colegio de Biólogos Marinos o el instituto de los empresarios llamado Instituto Técnico del Salmón- con análisis que no enfrentan los hechos e intentan explicarlos mediante una información sesgada que se acomode a las conclusiones a las que desean llegar. Esto es un ejemplo más de cómo la ciencia en Chile ha perdido independencia y muchos científicos se han puesto al servicio del capital, pues existen numerosos estudios científicos a nivel internacional que vinculan claramente la contaminación de las aguas costeras -especialmente a través de la acumulación excesiva de nutrientes o eutrofización- con la mayor frecuencia e intensidad de los florecimientos de algas como los de la Marea Roja.
Por ejemplo, una publicación de UNESCO y la Comisión Oceanográfica Intergubernamental informa que «las mareas rojas en Japón aumentaron en forma permanente de 44 al año en 1965 a más de 300 una década más tarde, siguiendo la misma tendencia que la contaminación por acumulación de nutrientes (Okaichi, 1997). Los controles de efluentes que se instituyeron… resultaron en una reducción del 70% en el número de florecimientos.» La página de internet del Servicio Oceanográfico de Estados Unidos igualmente discute de cómo este tipo de contaminación está ligada a las explosiones de algas tóxicas.
Si hay algo que la industria salmonera ha hecho de manera permanente es, precisamente, contaminar el mar con exceso de nutrientes a través de la sobrealimentación y las fecas de las especies en cultivo, y de usar el mar como basurero cada vez que necesita deshacerse de salmones muertos o productos tóxicos. Negar que eso tenga relación con la Marea Roja es ignorar evidencia científica sólida. Lo único que honestamente algunos profesionales, autoridades y empresarios podrían decir es que en «Chile no hay estudios al respecto», y eso es lo que pasa precisamente: la asfixia de la investigación pública nos ha llevado a que en nuestro país no se haga nada más que la investigación que el sistema y el capital requiere.
Nada de lo que pasa hoy en Chiloé nos debe ser ajeno, el mar es también parte central de nuestra soberanía alimentaria. Cuando el mar ya no puede entregarnos alimentos sanos y de altísima calidad, aumenta la pérdida de nuestra soberanía alimentaria y por ende de nuestra salud y nuestros derechos a una alimentación sana y nutritiva.
La contaminación del mar y la destrucción de su capacidad de alimentarnos y dar sustento tienen un paralelo trágico con la destrucción de los recursos terrestres y la agricultura campesina. Décadas de modelo agroexportador han provocado el envenenamiento de nuestras tierras y nuestras aguas, la destrucción de la agricultura como fuente de trabajo (desde 1985 que se estancó el número de trabajadores agrícolas, aunque la población rural ha aumentado y la producción se ha multiplicado por más de 10), la expulsión de millones de personas desde los espacios rurales (especialmente las y los jóvenes), la pérdida de calidad de nuestra alimentación y nuestra dependencia creciente frente a las importaciones de alimentos.
Queda claro que una vez más se ha sacrificado al pueblo para permitir la acumulación de ganancias por parte de un número cada vez menor de grandes empresas nacionales y transnacionales. El ingreso masivo de la acuicultura a Chile ha sido parte de la entrega del país al gran capital, a las transnacionales, a las normas impuestas por los tratados de libre comercio y a leyes como la impulsada por el Sr. Longueira y aprobada mediante el cohecho de parlamentarios como el Sr. Orpis.
Es hora que reaccionemos Chile, sus pueblos y su gente ya no aguantan más.
La destrucción que todo esto ha causado pone nuestro futuro y nuestro bienestar en peligro y requiere de respuestas y medidas perentorias.
¡Y ojo! Llas mujeres con fuerza, coraje y decisión también están al frente de esta gran lucha. Aunque ausentes de las comisiones negociadoras.
POR CHILE POR NUESTRA TIERRA POR NUESTRA SOBERANÍA
NO MÁS ENTREGA DE NUESTROS RECURSOS NATURALES, NO AL TPP.
ASOCIACION NACIONAL DE MUJERES RURALES E INDIGENAS, ANAMURI
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