Viviana Catrileo
Vice Presidenta ANAMURI
La convulsión social y política que atraviesa a nuestro país es sin duda una manifestación natural frente al desequilibrio y distancia del Estado en relación a las políticas y garantías de Derechos para el pueblo cada vez más oprimido y empobrecido hoy bajo un gobierno empresarial.
Chile tiene un antes y después del 18 de octubre desde hace menos de un año de las movilizaciones sociales, momento denominado estallido social bajo la consigna «Chile Despertó» y el despertar se ha hecho sentir en las calles de todas las ciudades del país mediante distintas expresiones de la movilización social que busca cambiar las reglas del juego en la política, en función de recuperar y fortalecer las distintas áreas de bienestar social como educación, salud, vivienda.
Las desigualdades sociales agudizadas a partir de la dictadura militar se manifiestan mediante la Constitución política que en la década del 80 incuba el sistema económico neoliberal como un experimento al encargo de los «Chicago Boys», economistas de la dictadura formados en el imperio norteamericano. Sin embargo, la vuelta o la transición a la democracia a partir del 90 pese a las reformas a la Constitución no cambió la esencia de ésta, manteniendo las políticas de libre mercado que solo favorecen a las elites dominantes y las empresas trasnacionales.
El despertar de la consciencia social y política, es hoy sin lugar a dudas la mayor amenaza al orden establecido que se esmera en mantener los privilegios mediante leyes en el parlamento que defienden con la fuerza policial y la violencia sistemática contra la movilización social que exige derechos, justicia y dignidad mediante la actualización y democratización de las Leyes que rigen la sociedad. Hacia una nueva Constitución que además deba ser representativa de la diversidad de pueblos originarios existentes en el territorio nacional, así como de la equidad de género.
Malestar social y lucha de clases es lo evidente en cuanto las diferencias sociales se continúan acrecentando y los problemas sociales no tienen solución en un gobierno incapaz de interpretar las exigencias de la movilización que de manera generalizada quiere ser oída pero el gobierno también sordo y ciego frente a una realidad que hoy se dibuja por las calles y tiene millones de rostros exigiendo dignidad.
Los campesinos y pueblos originarios desde las organizaciones de la CLOC – LVC en Chile junto a más organizaciones de carácter nacional y local en los territorios y comunidades, tenemos clara nuestra posición política y aportamos contenido a la lucha social en la que nos nutrimos de la politización que hoy vive la sociedad chilena, de la fuerza y la rebeldía de la juventud y las mujeres frente a todo lo que significa la opresión del Estado, el capitalismo y el patriarcado tanto en la ciudad como en el campo.
La economía neoliberal instalada en la Constitución ha golpeado con mucha fuerza al sector campesino y la producción de alimentos, reemplazando las tierras por monocultivos junto a empresas extractivas a gran escala que además de asentar su economía en territorios agrícolas en disputa y reivindicación histórica del pueblo mapuche al sur, así como al centro y norte del país con pueblos originarios que luchan por seguir existiendo en sus lugares de origen, de relación identitaria y espiritual ligada a los territorios.
El agua, vital elemento garantía de vida en los territorios es cada vez más un privilegio de los grandes agricultores y empresarios de monocultivos y empresas extractivas que son elemento depredador de los territorios y que hoy son responsables de la sequía mortal que atraviesa el país conforme avanzan las empresas y la privatización de las aguas. El agua también dejó de ser un bien común y un derecho en el período de la dictadura militar.
Así como el agua la consigna que desde el territorio ancestral mapuche ha acompañado las distintas movilizaciones es que «las tierras y las aguas robadas serán recuperadas» y pese a toda la militarización que han sufrido muchas comunidades mapuche en el marco de la lucha por la tierra para la soberanía alimentaria y el buen vivir éstas consignas o la solidaridad con esta lucha nunca fue tan fuerte y tan visibilizada como hasta ahora en el contexto del estallido social y es el espíritu de solidaridad que conecta en la totalidad del despertar en el que hay un objetivo claro y estratégico para cambiar el orden de las cosas.
El Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo, marcó el inicio de este año 2020 con la fuerza y convicción de millones de mujeres del campo y la ciudad que en todo el país elevan consignas de repudio al actual gobierno y su nefasta gestión, responsable de la crisis social y política que desborda todas las posibilidades de un mal gobierno que a voces de las multitudes movilizadas debiera renunciar.
Hoy a más de 4 meses del estallido social, a más de 40 asesinados y más de 400 masacrados oculares el recuento es muy doloroso porque este gobierno de Piñera que declaró estar en un país en guerra ha permitido que la policía haga abuso sistemático de la fuerza para reprimir, violar, torturar, masacrar y asesinar a los hijos e hijas del pueblo chileno trabajador que ha salido a manifestarse por sus derechos a la vida digna y en ruta al plebiscito en abril o cuando se pueda desarrollar sin que signifique riesgo de contagio del coronavirus. Este plebiscito será el que defina si el pueblo chileno quiere o no una nueva Constitución.
En medio de la lucha, el poder y su supremacía mediática siembra el terror frente a lo que significa la pandemia del coronavirus en nuestro país, lo que ha obligado a tomar medidas de cuidado por parte del movimiento social para regresar sanos y fuertes a seguir luchando por conquistar derechos.
El plebiscito como una aspiración de las grandes mayorías que sí quiere cambiar la Constitución no está en discusión en estos días que la pandemia pareciera ponernos en jaque, como una nueva jugada del capitalismo y este gobierno desesperado que ha encontrado un distractor perfecto para atemorizar, desmovilizar, ganar tiempo y dinero con las farmacias y los supermercados. Sin embargo, ya ha perdido terreno en la consciencia de un pueblo dispuesto a salir y volver a las calles hasta vencer, por los caídxs, por torturadxs, por los presos y presas políticas de todos los tiempos por luchar. Hasta que la dignidad se haga costumbre.