26 de agosto de 2014
Huber Duré fue un joven agricultor de San Pedro, asesinado a tiros por la policía a los 24 años, en un desalojo por de más violento, que derivó en la muerte de otros dos campesinos y un tendal de heridos, en el año 2000.
Hoy, una colonia de la Federación Nacional Campesina (FNC), organización de la que Huber Duré era militante, lleva su nombre. Esta localidad, distante a unos 80 Km del distrito de Curuguaty –departamento de Canindeyú– es noticia desde hace poco más de un mes por hechos que están aconteciendo y que se están denunciando como generados por el acoso de las plantaciones de monocultivos transgénicos y su consecuente uso de agrotóxicos.
Otra vez Curuguaty, allí donde en junio de 2012 se dio lugar a la matanza de 11 campesinos sin tierra y de 6 policías intervinientes en el desalojo de Marinakue. Curuguaty, allí donde en mayo pasado, una comitiva fiscal-policial echó a una población Ava Guaraní de sus tierras ancestrales, quemando sus cultivos y hasta derribando su templo sagrado. Curuguaty, uno de los epicentros del agronegocio y, consecuentemente, de los movimientos campesinos e indígenas que luchan por la tierra en el Paraguay.
Los pobladores de Huber Duré alertaron sobre la muerte de dos hermanitas, Adelaida y Adela Álvarez Villalba, el 22 de julio de 2014, a causa de las fumigaciones necesarias para preparar el terreno de plantaciones de soja en las cercanías del asentamiento. Adelaida, de 3 años, murió en su casa, mientras la preparaban para llevarla al hospital. Adela, de 6 meses, falleció tras ser dada de alta en el Hospital de Curuguaty; los médicos que la trataron no la consideraron una paciente de gravedad.
El médico forense del Ministerio Público no perdió el tiempo para determinar que la causa de las muertes se debió a una infección pulmonar o a una insuficiencia respiratoria aguda, aunque los estudios laboratoriales y resultados de la autopsia saldrían recién en un mes. Por esos días, más de 30 personas, entre ellos niños y niñas, fueron hospitalizados con los mismos síntomas que presentaban las pequeñas: vómito, fiebre, mareo, dolor de cabeza y de estómago.
Días atrás, Huber Duré volvió a ser noticia, esta vez por la cantidad de animales domésticos muertos en extrañas circunstancias. Son 260 familias las que habitan el asentamiento, distribuidas en 2.000 hectáreas de tierra que están divididas en 6 núcleos de población. En una semana, según denunciaron referentes de la FNC, las familias han perdido gallinas, vacas y cerdos en una importante cantidad: se registraron casi 400 casos.
También se habla de que la muerte de otro bebé, esta vez de 10 meses, se debió a la intoxicación con agrotóxicos en la comunidad. El niño William Verdún había nacido con una rara enfermedad por la que los órganos le crecían en sobremanera, además de que no podía ver, escuchar, moverse y comer: se alimentaba con sonda. Librada, una campesina de 20 años, es la madre del angelito, y declaró en su momento que los médicos nunca le habían dado un diagnóstico preciso sobre lo que sufría su bebé.
Otra vez el modelo agroexportador matando inocentes. En invierno no se cultiva soja, se defienden los grandes gremios de la producción, pero sí se prepara el terreno con la fuerte aplicación de carbamato, vía aérea; pero sí se cultiva maíz transgénico y hasta nabo forrajero que sirve como abono verde, en desmedro de la salud de la población cercana.
El Estado paraguayo, una vez más: «aplazado» en sus funciones, como un estudiante que reprueba las materias. El gobierno de Horacio Cartes se lava las manos ante esta situación. Solo por la presión ejercida a través de movilizaciones y denuncia constante en los medios, llegaron a constituirse funcionarios del Ministerio de Salud, el Senave –institución que debe ejercer control sobre la aplicación de plaguicidas en los cultivos–, el Senacsa –que vigila el saneamiento animal– y otras dependencias del Estado en la colonia Huber Duré. Pero no se ha iniciado una investigación eficaz que lograra determinar con precisión qué está ocurriendo en esta localidad.
Mientras tanto, los pobladores, en medio del pánico, siguen padeciendo problemas de piel y se someten a tratamientos que no sirven de mucho. Esta situación ya lleva 10 años, desde que se habilitaron las plantaciones mecanizadas en los alrededores. El médico que atiende en el puesto de salud manifestó que la mayoría de los pacientes presentan dermatitis por contacto, dermatomitosis por hongo, y se verifica la presencia de piodernitis producidas por bacterias en niños menores de 5 años. El profesional señaló también que existen muchas enfermedades digestivas, pero lamentó que en el lugar no cuenten con medicamentos suficientes para tratar a la población.
El agua del arroyo denominado Lago Azul sería la causante de todo este escenario. Según un dirigente de la comunidad, un rayo había averiado el motor de agua potable, por lo que desde hacía tres meses la población venía consumiendo de ese cauce. Todo indica que la presencia de los agroquímicos llegó a la colonia no solo por las pulverizaciones aéreas, sino también por el agua que se consume.
La resistencia campesina, ante el avance del agronegocio, se vuelve cada vez más tenaz, y a ella se suma el descontento en los pueblos indígenas y también en las ciudades. Una bomba de tiempo que, tarde o temprano, terminará estallando.