Vencimos. Esa la primera palabra que debemos escribir. Hacerlo en las circunstancias en las que se hizo dimensiona la hazaña a la cual estábamos enfrentados. Peleábamos contra candidatos de oposición que se presentaron y fueron duramente derrotados, así como contra la campaña de quienes llamaban a no votar, respaldados por los Estados Unidos y sus gobiernos aliados. Las condiciones de la contienda, la cuarta en menos de un año, eran difíciles, y no solamente en lo político sino también y sobre todo en lo material. Nuestro pueblo hizo un acto de grandeza histórica y volvimos a ganar.
La diferencia de votos entre nuestro candidato Nicolás Maduro y el segundo, Henry Falcón -más de 4 millones de votos- y el tercero, Javier Bertucci, muestra nuestra fuerza, base social, nuestra imprescindible unidad. Los opositores fueron derrotados en las urnas, y, en el caso de Falcón, ya anunció que no reconocerá los resultados, ensanchando así el discurso de fraude de los abstencionistas, profundizando la idea opositora que esto solo puede resolverse por la fuerza. Engordará así el mensaje que ya estaba escrito antes de los comicios: fraude seguido de más sanciones económica y diplomáticas internacionales.
Otro análisis debe hacerse respecto a la cantidad de participación. Medido en términos internacionales los números forman parte del estándar de participación del continente o Europa. Visto en medida venezolana podemos hablar de un número mucho menor a las últimas presidenciales, relativamente estable respecto a las pasadas elecciones a gobernaciones y alcaldes. Esto puede explicarse por dos motivos. En primer lugar, los efectos de la campaña abstencionista de la derecha nacional e internacional. En segundo lugar, los efectos del desgaste económico, las condiciones de vida de nuestra gente, y un malestar político debido a la forma de hacer política de un sector numeroso de la dirigencia formal. Hubo barrio, campesinado, chavismo, que no votó, por no haberse alejado, dejado de creer, estar inmerso en resolver los obstáculos de cada día.
Eso nos indica que existe un desafío central que abordar en términos nacionales: recuperar votos perdidos, que más que votos son apoyo, respaldo, mayoría, hegemonía. Eso pasa por volver a las formas Chávez de hacer política, y por dar respuesta inmediata a los graves problemas económicos. Para esto vemos necesario poner en marcha un Plan Nacional de Urgencias que implique acciones contundentes, no convencionales y revolucionarias.
Creemos que debe concentrarse todo el poder y capacidades del país en cuatro áreas prioritarias, con metas a corto, mediano y largo plazo. Esto debe ser abordado con la mayor transparencia: los procesos y mecanismos que se empleen para realizar debates, diagnósticos, estudios, análisis, y para implementar medidas, y ejecutar recursos, deben ser realizados de cara al país. La recomposición ética de la función pública debe ser una de las principales banderas en esta plataforma de lucha, así como la participación protagónica del pueblo organizado en todo el proceso, desde el diagnóstico y la planificación, hasta la ejecución y la contraloría.
Las prioridades nacionales que definimos y planteamos al país son las siguientes:
1- La producción de alimentos, priorizando rubros básicos de acuerdo a las necesidades nutricionales del país. Planteamos retomar el proceso de reordenamiento de la tierra como parte de las condiciones necesarias para avanzar hacia la recuperación de la producción agrícola nacional. Se requiere coherencia con un principio revolucionario que en gran medida sintetiza el legado agrario del comandante Chávez: la tierra es para quien la trabaja. A su vez, se debe diseñar un plan concentrado de financiación a todos los sectores que producen, principalmente productos primarios. Para ello es necesario meter en cintura a la banca privada que maneja, sin mayor control, el crédito nacional producto del ahorro de todos los venezolanos y venezolanas, el cual está orientado preferencialmente hacia la agroindustria y otros sectores. Un aspecto clave es hacer un diagnóstico profundo y transparente de las empresas públicas del sector agrícola, y solicitar que sean sustituidos quienes hayan estado al frente de las empresas que resulten improductivas.
2- Lo mismo debe hacerse en el sistema eléctrico nacional, y en la plataforma de comunicación telefónica e internet. Los equipos directivos responsables de estas tareas deben ser sometidos a severa y transparente evaluación, con participación popular de trabajadores(as). Debe idearse, con criterios de ahorro, austeridad y máximo rendimiento de los recursos, incorporando la cogestión y corresponsabilidad del pueblo organizado, un plan de inversión en generación, producción, distribución, actualización tecnológica y mantenimiento de los sistemas y plataformas, además de un plan de mejoramiento de las condiciones de trabajo y salariales de los y las trabajadores(as) de estos sectores.
3- Plan de recuperación y mejoramiento del sistema de salud público nacional, con un programa concentrado en los hospitales centrales y hospitales de las cabeceras municipales. Debe incluir recuperación de la infraestructura, principalmente de áreas claves como emergencias, quirófanos y hospitalización, además de la dotación de medicinas, ambulancias, materiales quirúrgicos y una fuerte recuperación del salario del personal médico, de enfermería y obrero.
4- Recuperación y fortalecimiento del sistema educativo nacional mediante un plan de mejoramiento de la infraestructura y mediante una política de protección de los y las educadoras que evite su deserción y migración. Esto debe contemplar la recuperación y ampliación de los planes de alimentación educativos como el Programa de Alimentación Escolar y otros.
Este Plan Nacional de Urgencias debe ser resultado de un amplio debate nacional en el que participen todos los sectores comprometidos con el desarrollo nacional, más allá de diferencias políticas e ideológicas. Debe tratarse de una cruzada del pueblo y el gobierno por el país. Requerimos de una visión realista para encarar de forma eficaz la enorme crisis económica que golpea a los sectores populares y a la clase media baja.
Sabemos de las dificultades financieras que atraviesa el Estado, pero también de los enormes recursos que se derrochan y malgastan, por ineficiencia, falta de planificación, por ausencia de un criterio de austeridad y priorización de los gastos, sin mencionar los elevados niveles de corrupción en la administración pública. Un plan de estas características debe erradicar los privilegios de buena parte de la clase burocrática y dirigente del gobierno y del Psuv, que ha venido convirtiéndose en una élite distanciada de los graves problemas y padecimientos que vive la mayoría del pueblo venezolano.
Elevamos estos planteamientos desde una posición de realismo revolucionario en un momento de victoria electoral dentro de un cuadro económico agravado que demanda respuesta urgente. Ya hemos logrado la victoria necesaria, lo demás ya no puede esperar: debemos rectificar y profundizar. En frente tenemos al imperialismo y sus aliados, a los oligopolios, la oligarquía, y nosotros(a)s el chavismo debemos enfrentarlos dando respuesta a quienes lo necesitan. Así lo dicen los barrios, campos, costas, la voz de millones de hombres y mujeres de a pie que somos este pueblo.
Coordinación Nacional de la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora