Martes 24 de Julio de 2012
Sobre un proyecto popular de agricultura, contra las empresas transnacionales, se discutió en Londrina, Paraná, del 11 al 14 de julio, durante la oncena jornada de agroecología. Participaron más de 4 000 integrantes de diferentes movimientos sociales brasileños y de América Latina, muestra de la dimensión continental de esta lucha.
Una de las prioridades para la integración continental, según puede leerse en la Carta de las Américas (2009), documento que marca el inicio de la Articulación de Movimientos Sociales hacia el ALBA, es la lucha por la soberanía alimentaria y el desarrollo de la agroecología. En ese sentido, la oncena jornada de agroecología, que aconteció en la Universidad estadual de Londrina, norte de Paraná, Brasil, del 11 al 14 de julio, deviene un aporte a ese proyecto en construcción. Con la presencia de más de 4 000 integrantes de movimientos sociales de 16 países, posibilitó el intercambio de experiencias sobre una alternativa popular, que rescate las tradiciones del campo y el trabajo en mutirâo (colectivo) para cultivar la vida. Video de la 11na Jornada de Agroecología.
Desde el inicio en 2002, Paraná ha acogido estas jornadas. Ponta Grossa fue la primera estación para levantar banderas contra el agronegocio. En 2005, el evento tuvo lugar en Cascavel, región oeste, contra los transgénicos y los agrotóxicos. Hasta Francisco Beltrão, al sudoeste, llegaron las voces campesinas a partir del 2009, que pusieron énfasis en el rescate de la agricultura familiar y de un modelo para el campo, hoy tildado de atrasado por el discurso capitalista. El pasado año sucedió en Londrina, en un espacio universitario, con el propósito de abrir el diálogo sobre la agroecología más allá de los sectores rurales. De este proceso han salido importantes iniciativas para el campo. Acciones directas contra la Monsanto y la Syngenta y las denuncias a otras transnacionales como la Cargill, Bunge, ADM, Dreyfuss, Nestlé y Cocacola lo han acompañado.
“En nuestro camino, hemos venido articulando un movimiento por la agroecología. En la medida que se organizaron las jornadas y los debates, fuimos acumulando hacia un proyecto popular continental, pues el campesinado posee las mismas problemáticas en todos los lugares”, explica Roberto Baggio, dirigente de Via campesina-Brasil.
Y no es casual que sea Brasil el articulador regional de estos encuentros, que apuestan también a visibilizar la propuesta de agroecología y alertar a toda la sociedad sobre el “eficiente” productivismo del agronegocio. De acuerdo con medios alternativos, aquí se consume el 20 % de todos los venenos agrícolas; seis grandes empresas extranjeras controlan el 70% del mercado de agrotóxicos. El país tiene un puesto importante en la consolidación del modelo extractivista y agroexportador que se destina a América Latina y el Caribe: alrededor del 80% de todas las exportaciones son materias primas agrícolas y minerales.
Mientras marcha, en una de las tres franjas que conforman la pintoresca y diversa movilización inagural de este onceno encuentro, Baggio continúa: “La jornada ha ganado un carácter latinoamericano, en el sentido de que enfrentamos un enemigo común, que son las grandes transnacionales, esas que se apropian de nuestros territorios, del agua, de los recursos naturales y del resto de la biodiversidad. En este momento se adueñan de los medios comunitarios que la naturaleza ofrece para convertirlos en mercancía. Por eso, más que nunca, es necesaria la unidad en el continente, construir un nuevo proyecto popular en lugar del mercado y sus transnacionales. Hay que democratizar la propiedad de la tierra, producir alimentos saludables, garantizar acceso a la salud y la educación, erigir una matriz cultural que valorice a los campesinos y a nuestros pueblos.”
En La Concha Acústica, muy cerca de la calle Souza Novas, centro de Londrina, se concentraron integrantes del Movimiento Sin Tierra de Brasil, Movimiento de Afectados por Represas, y otros de Vía Campesina, acompañados por la batucada del Levante de Juventud, la Pastoral de la Tierra, estudiantes de Agronomía y quienes cruzaron fronteras para marcar presencia en las calles por la agroecología, movimientos campesinos de Bolivia, Perú, Colombia, Haití y militantes lationamericanos que participan en los cursos de la Escuela Nacional Florestan Fernandes del MST y la UNILA de Foz de Iguaçu.
El sentido latinoamericanista se sintió desde el acto inaugural, cuando los pronunciamientos denunciaron el golpe inconstitucional en Paraguay y la necesidad de movilizaciones populares en el país contra las fuerzas conservadores de derecha y las transnacionales: “Los campesinos muertos en Curuguaty son víctimas del capital”, se dijo en uno de los comunicados.
“En Paraguay, la Monsanto está enriqueciéndose con la venta de semillas transgénicas. El año pasado facturó 30 millones de dólares y sin pagar impuestos, porque ni siquiera declara esa parte de su renta. Toda la soja cultivada en Paraguay es transgénica”, proclamaron los campesinos y las campesinas presentes, aludiendo a informaciones que han circulado recientemente y exhortaron a continuar el camino de lucha en las ciudades y en las zonas del campo paraguayo.
Rio + 20 en la lupa
Varias fueron las evidencias que reafirmaron la inserción de esta jornada en un amplio proceso de acumulación y resistencia. A menos de un mes de finalizada la Cumbre de los Pueblos, el encuentro recorrió los ejes discutidos en Río de Janeiro y ofreció un análisis en torno al fracaso de la Conferencia oficial de Desarrollo Sostenible, promovida por la ONU. La intención: dejar claro que, ante la crisis institucional a nivel global es preciso la articulación de los movimientos sociales y el fortalecimiento de sus propuestas.
Darci Frigo, abogado popular de la entidad Tierra de derechos de Paraná, dijo que la conferencia, veinte años después de la Eco 92, no cumplió con la expectativa de revisión de tratados firmados entonces como la Convención de diversidad biológica, entre otros, dejadas al olvido por las grandes potencias, enterradas bajo el marasmo de políticas neoliberales y de privatización.
“El escenario internacional es de crisis y en Rio no se avanzó en las salidas. Días antes de la Conferencia de la ONU, el G-20 reunido en México destinó 456 billones para los bancos europeos. La cumbre oficial se caracterizó por las ausencias de los máximos representantes de los países más poderosos (Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, por ejemplo), lo que nuevamente demuestra la falta de compromiso y el avance hacia la mercantilización de la vida, a partir del interés predominante de salvar al mercado”, dijo Frigo.
Refirió que la reunión con Banki-moon ratificó esa “captura corporativa” de las Naciones Unidas: “está totalmente tomada por las empresas del capital, reforzó.
En el mismo panel, Joao Pedro Stédile, del MST, explicó esta tendencia creciente a la concentración corporativa, y la actuación a nivel global de la alianza entre grandes propietarios, bancos y medios de comunicación, que empujan una maquinaria llena de contradicciones.
Hay una falsa ilusión de que este modelo del agronegocio resolverá los problemas, cuando realmente trae consigo un alto costo social para el medio ambiente y para el ser humano, y mencionó que representa la exclusión del agricultor y su tradicional modo de vida.
Ambos reconocieron el peligroso papel del capital en Brasil que está borrando la diversidad agrícola y obstaculizando, a partir de estas políticas, los derechos colectivos. En ese sentido, salió a relucir el Código Forestal, que no reconoce como prioridad los derechos de las comunidades quilombolas, indígenas, por ejemplo. En ese documento también “están los caballos de Troya de la economía verde”, entre otras cuestiones, por abrir puertas a los pagos por servicios ambientales, alertó Frigo.
“Cualquier ocupación de tierra es contra el agronegocio”, dijo João Pedro, resaltando el carácter integral de la lucha del MST y de otros movimientos de América Latina.
Como dato de incentivo para la continuidad de esta resistencia, Frigo refirió que hasta la Cumbre de los Pueblos llegaron también quienes no eran de organizaciones ni movimientos sociales y eso es un claro recado de que la sociedad está indignada, por lo que “tenemos el desafío de ampliar nuestra convocatoria y nuestra propuestas. Al mismo tiempo, ir fortaleciendo las economías locales, la lucha por la reforma agraria, las campañas para reconquistar nuestros derechos.”