2 de diciembre de 2014
Seguimos organizando, movilizando y construyendo alternativas para remediar la crisis climática y defender la Madre Tierra.
Nosotras y nosotros de La Vía Campesina, pueblos indígenas, campesinas y campesinos, jóvenes, migrantes, trabajadores rurales, jornaleras y jornaleros agrícolas, pescadores, artesanos, así como compañeras y compañeros que luchan por trasformaciones sociales profundas, nos hacemos presentes en Lima, en el marco de la COP 20, para manifestar que seguimos alimentando a los pueblos, organizando, movilizando, luchando y construyendo alternativas para enfriar el planeta y para proteger la naturaleza y la madre tierra no solamente en beneficio de nosotras y nosotros, sino en beneficio de todas y todos los que compartimos este mundo Tierra.
Hace poco, la sociedad civil fue testigo de cómo los pueblos seguimos defendiéndonos y rechazando las falsedades del capital y sus instituciones que dicen tomarnos en cuenta. Siendo 2014 el Año Internacional de la Agricultura Familiar, el Banco Mundial y sus aliados en la ONU quisieron vender al mundo la mal llamada «Agricultura Climáticamente Inteligente» como un nuevo producto que frenará para siempre la crisis climática.
Sin embargo, en las calles de Nueva York y dentro de la misma Cumbre Sobre el Clima, desenmascaramos esta falacia e informamos a la opinión pública por lo que realmente es: más agricultura industrial, más financiamiento del Banco Mundial y otros instrumentos del capital para unos pocos, más contaminación y saqueo de los recursos naturales, más explotación de tierras, de territorios, de pueblos y de trabajadoras y trabajadores. Sobre todo, es la misma propuesta de la economía verde con menos justicia y menos ecología.
En los Estados Unidos de Sandy (2012) y de Katrina (2005) – donde los pobres son quienes más sufren la intensificación de cada huracán, inundación, sequía e incendio – unimos nuestra voz campesina, negra, indígena, migrante, pescadora, de mujeres y jóvenes organizados, a las mayores protestas callejeras en la historia del cambio climático. Exigimos, una vez más, ¡Justicia Climática y Ambiental, YA!
Antes de Nueva York, estuvimos en Venezuela para la Reuniones del PreCOP Social. Allí, aportamos a la Declaración de Margarita para luego ser entregado a representantes de unos 40 países aliados, entre ellos, de la Alternativa Bolivariana para las América (ALBA). Los países consecuentes llevarán este mensaje a la Conferencia de las Partes (COP 20) en Lima, Perú, acompañados en las calles por nuestras organizaciones peruanas y sus aliados locales, nacionales, regionales e internacionales.
Y estamos movilizados en las calles de Lima, levantando nuestra voz, como en años anteriores estuvimos en Río (2012), en Durban (2011) y en Cancún (2010), para celebrar la Cumbre de los Pueblos Indígenas y Campesinos y además exigir que como parte de debate para preparar un borrador del primer acuerdo vinculante desde Kioto, que será firmado en diciembre del 2015 durante el COP21 en Paris, Francia, los estados participantes cumplan los compromisos y promesas de reducir las emisiones de gas carbono y disminuir el calentamiento global a 2 grados tal y como lo han recomendado los científicos para evitar una debacle climática de proporciones seriamente catastróficas.
Cumbres vienen y cumbres van, cada uno con su peso e importancia histórica y nosotros en La Vía Campesina seguimos y seguiremos construyendo la base social necesaria para lograr nuestra demanda principal – la soberanía alimentaria, el reconocimiento y la protección de nuestros pueblos, nuestras tierras y nuestros territorios y el cese de todo intento de privatizar los bienes comunes de la humanidad. Así mismo, llamamos la atención a la cuestión de la creciente migración forzada e involuntaria como resultado de la crisis climática. Si algo simboliza con toda su crudeza la tragedia humana producida por la crisis climática, son los 50 millones de seres humanos que hoy se mueven entre los países que los ha expulsado y los países que los rechazan.
Presentes en Perú, reafirmamos que:
· La economía verde no busca detener el cambio climático ni el deterioro ambiental, sino generalizar el principio que quien tiene dinero puede seguir contaminando. Hasta el momento han utilizado la farsa de la compra de bonos de carbono para poder seguir emitiendo gases invernadero. Hoy están inventando los bonos de biodiversidad. Es decir, las empresas podrán seguir destruyendo bosques y ecosistemas, siempre y cuando le paguen a alguien para que supuestamente conserve la biodiversidad en algún otro lado. Mañana posiblemente inventen los bonos de agua, de paisaje, de aire puro.
· Los sistemas de pago por servicios ambientales se están utilizando para quitarle sus tierras y territorios a los pueblos indígenas y campesinos. El mecanismo que están impulsando con más fuerza gobiernos y empresas es el sistema REDD y REDD plus. Dicen que es un sistema para reducir las emisiones de gases invernadero producto de la deforestación y degradación de los bosques, pero se está utilizando para imponer, por un pago irrisorio, planes de manejo que les niegan a familias y comunidades rurales el acceso a sus propias tierras, bosques y fuentes de agua. Además, garantizan el acceso irrestricto de las empresas a las áreas de bosque colectivo, potencializando la biopiratería. También imponen contratos que amarran a las comunidades a esos planes de manejo por 20 años o más y que dejan las tierras indígenas y campesinas como prenda hipotecaria, lo que crea la posibilidad cierta de que esas comunidades pierdan sus tierras. El objetivo de los servicios ambientales es tomar control de los espacios naturales de reserva y seguirse apoderando de más.
· Otra iniciativa de la economía verde es convertir a las plantas, las algas y a todos los restos orgánicos (rastrojos, estiércol, etc.) en fuente de energía para sustituir el petróleo; es lo que llaman «uso de la biomasa». Con los agrocombustibles, esto ha significado que millones de hectáreas que debieran estar cubiertas de bosques o produciendo alimentos hoy se utilizan para alimentar máquinas. Si efectivamente se generaliza el uso energético de la biomasa, veremos que la vida en el mar se reduce aún más porque una parte importante de especies marinas se quedará sin alimento, que nuestros suelos no recuperarán la materia orgánica que es imprescindible para conservar la fertilidad y protegerse contra la erosión y la sequedad, y que será imposible alimentar a nuestros animales porque los alimentos se harán cada vez más escasos y caros. También se agravará la escasez de agua, ya sea por el cultivo de agrocombustibles, ya sea porque nuestros suelos no tendrán capacidad para absorber y retener agua al faltarles la materia orgánica.
· Después nos hablan de «agricultura climáticamente inteligente», que sólo busca que aceptemos una nueva Revolución Verde – con transgénicos incluidos – y que en vez de exigir apoyo efectivo para defendernos de los efectos del cambio climático, aceptemos pagos irrisorios que funcionarán igual que REDD. También buscan imponernos sistemas altamente dependientes de grandes cantidades de agrotóxicos, como la siembra directa a base de pulverizaciones aéreas de Round Up, los que pasan a ser llamados «agricultura baja en carbono.» Es decir, nos obligarán a hacer un cierto tipo de agricultura y podremos perder el control sobre nuestros territorios, nuestros ecosistemas y nuestra agua.
· Uno de los aspectos más perversos de las falsas soluciones que se impulsan en las negociaciones internacionales es la de restringir el acceso y uso del agua de riego. Usando como pretexto el hecho que el agua de riego es escasa, proponen que el agua se concentre en «cultivos de alto valor»; es decir que se rieguen los cultivos de exportación, los agrocombustibles y otros cultivos industriales y que se deje de regar los cultivos para la propia alimentación
· El impulso de soluciones tecnológicas que no son solución alguna es parte también de la agenda de las discusiones en Río. Entre las más peligrosas están la geoingeniería y la aceptación de los cultivos transgénicos. Hasta el momento, ninguna de las soluciones propuestas por la geoingeniería ha demostrado tener capacidad real de solucionar los problemas del clima. Por el contrario, algunas de las formas de geoingeniería (como la fertilización de los mares) son tan peligrosas que internacionalmente se ha declarado una moratoria sobre ellas. Para que aceptemos los transgénicos se nos dice que crearán cultivos resistente a la sequía y al calor, pero lo único nuevo en transgénicos es más variedades resistentes a herbicidas, las que además están haciendo que vuelvan al mercado herbicidas altamente tóxicos, como el 2,4,-D.
· El plan más ambicioso y lo que algunos gobiernos identifican como «el mayor desafío» es el de ponerle precio a todos los bienes de naturaleza (como el agua, la biodiversidad, el paisaje, la vida silvestre, las semillas, la lluvia, etc.), para luego privatizarlos (con la excusa de que conservarlos requiere dinero) y cobrarnos por su uso. A esto se le llama la Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad (TEEB). Es el asalto final a la naturaleza y la vida, pero también a los medios de trabajo y de vida de los pueblos que viven de la agricultura, la caza y la pesca.
· Hacemos una exhortación a la llamada sociedad civil para presionar para que los gobiernos remuevan las barreras a los sistemas descentralizados y controlados por las comunidades mismas de energía renovable, sea solar, de viento, de corrientes de agua, etc., así como la apropiación de fondos para financiar el diseño y la implementación de tales sistemas de energía renovable. Al mismo tiempo, tenemos que educar a la gente sobre las ventajas de estos sistemas comunitarios de energía renovable para la preservación de la agricultura campesina agroecológica, el medio ambiente y economías comunitarias saludables, dignas y equitativas.
Nuevamente expresamos nuestras propuestas que van a dirección contraria de las falsas propuestas de quienes son los culpables de la crisis climática. En Perú, como lo hemos hecho en otros momentos de las COPs, decimos que:
Debemos cambiar el sistema alimentario industrial agroexportador por un sistema basado en la soberanía alimentaria, que devuelva a la tierra su función social como productora de alimentos y sustentadora de la vida, que ponga en el centro la producción local de alimentos, los circuitos de comercialización y procesamiento local. La soberanía alimentaria permite acabar los monocultivos y los agronegocios, fomentar los sistemas de producción campesina que se caracterizan por su mayor intensidad y productividad, su capacidad para dar trabajo, cuidar el suelo y entregar una producción sana y diversificada. La agricultura campesina e indígena es también la que puede enfriar el planeta; con capacidad de absorber o evitar hasta 2/3 de los gases invernaderos que se emiten cada año.
La tierra actualmente en manos campesinas e indígenas es alrededor del 20% de la tierra agrícola a nivel global. Sin embargo, con esa tierra las familias y comunidades campesinas e indígenas producimos al menos la mitad de la alimentación mundial. En nuestras manos está la forma más segura y eficiente de superar el hambre en el mundo.
Para asegurar alimentación para todos y restaurar la normalidad climática en la tierra, es necesario que la agricultura vuelva a ser una tarea en manos principalmente de comunidades campesinas y de los pueblos indígenas. Para ello debe hacerse, de manera urgente, reformas agrarias integrales y de gran amplitud, que acaben con la concentración extrema y creciente de la tierra que hoy afecta a la humanidad. Esas reformas agrarias son las que darán las condiciones materiales para que la agricultura cumpla su papel en beneficio de la humanidad entera y por ello la defensa y protección de las agriculturas campesinas e indígenas es hoy una tarea de todas y todos. En lo inmediato, es necesario detener todas las transacciones, concesiones y traspasos que signifiquen concentración o acaparamiento de tierras y/o desplazamiento de comunidades rurales.
Los sistemas campesinos e indígenas de agricultura, caza, pesca y pastoreo que ayudan a cuidar la tierra y la alimentación deben ser apoyados adecuadamente con fondos y medios públicos no condicionados. Los mecanismos de mercado -como venta de carbono y servicios ambientales- deben desmontarse de inmediato y reemplazarse por medidas reales, como las que mencionamos más arriba. Detener la contaminación es un deber que nadie puede evadir comprando derechos a seguir destruyendo.
El uso legítimo de lo que ahora organismos internacionales y empresariales llaman biomasa es alimentar a los seres vivos y volver a la tierra para restaurar su fertilidad. Las emisiones provenientes del derroche de energía deben reducirse en base al ahorro y el fin del despilfarro. Necesitamos fuentes de energía renovable descentralizados, al alcance de los pueblos.
Nosotros y nosotras, campesinos y campesinas, agricultores y agricultoras familiares, campesinos y campesinas sin tierra, pueblos indígenas y migrantes – hombres y mujeres – nos oponemos decididamente a la mercantilización de la tierra, de nuestros territorios, del agua, las semillas, los alimentos, la naturaleza y la vida humana. Reiteramos lo dicho en la Cumbre de los Pueblos en Cochabamba, Bolivia: «La humanidad está frente a una gran disyuntiva: continuar el camino del capitalismo, la depredación y la muerte, o emprender el camino de la armonía con la naturaleza y el respeto a la vida».
Repudiamos y denunciamos la economía verde como una nueva máscara para ocultar mayores niveles de codicia de las corporaciones y del imperialismo alimentario en el mundo y como una forma brutal de lavarle la cara al capitalismo, que sólo impone falsas soluciones como la agricultura climáticamente inteligente, como el comercio de carbono, REDD, la geoingeniería, los transgénicos, los agrocombustibles, el biocarbono y todas las soluciones de mercado a la crisis ambiental.
Nuestro reto es restituir otra manera de relacionarnos con la naturaleza y entre los pueblos. Ese es también nuestro deber y nuestro derecho y por ello seguiremos luchando y llamamos a seguir luchando incansablemente por la construcción de la soberanía alimentaria, por la reforma agraria integral y la recuperación de los territorios indígenas, por poner fin a la violencia del capital, y por restituir los sistemas campesinos e indígenas de producción basados en la agroecología
¡NO A LAS FALSAS SOLUCIONES DEL CAPITALISMO VERDE!
¡AGRICULTURA CAMPESINA E INDÍGENA PARA LA JUSTICIA CLIMÁTICA Y MEDIOAMBIENTAL, YA!